viernes, 26 de octubre de 2012

Tallarines “de yema
bien amarilla”

*Por Marta Rodríguez

Colocó en un bols los huevos. Eran milagrosamente de yema bien amarilla. Sonrió, le gustaba jugar con los colores.
A un costado esperaba la harina, blanca, bien aireada, a la que había agregado un poquito de sal. Con la mano comenzó a bailotear sobre las yemas, mientras, poco a poco, incorporaba la harina.
El bailoteo se transformó en movimientos envolventes, que dieron paso a un bollo hermoso, elástico, hacedor de milagros.
Pensó en la salsa, bien sencilla, se dijo, ajo y tomates.
Unos minutos de descanso eran buenos para las dos. Cebó un mate, encendió la radio, se oyó cantar: “Ojalá que llueva café en el campo...” Ojalá se dijo, ojalá.
Dividió el bollo en tres. Los estiró fino, pero no tanto, los espolvoreó con abundante harina, los arrolló. Con cuchillo bien afilado los fue cortando.
Había llegado el momento esperado. Con sus dedos, llevando las manos con las palmas hacia arriba, las levantaba, las despegaba, las dejaba caer, sensuales, voluptuosas. Repetía el rito una y otra vez. Estaba feliz.

Receta

1 huevo por persona
Sal: un poquito.
Harina: cantidad necesaria.
Ganas: muchas.





 
*Maestra cocinera y cuentista
20/08/2002

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