jueves, 21 de noviembre de 2013

Pedimos disculpas a los lectores por no haber actualizado estos meses este blog. Problemas de índole técnica, aparentemente del mismo sitio, lo impidieron.

Quienes quieran seguir viendo la actualización de la revista los invitamos a mirar en Facebook el sitio "Guía Aldea", hasta que podamos resolver este inconveniente o abrir un nuevo blog.

Muchas gracias y nuevamente disculpas a todas y todos por las molestias ocasionadas.


El Director.

domingo, 21 de abril de 2013

En estos tiempos
de cierta pereza
para pensar...



...¿cómo funciona
la creatividad?

Sobre cómo funciona la creatividad hay una anécdota de Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron  pedir  arbitraje  de alguien imparcial  y  fui  elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía:--Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro.
El estudiante había respondido: se lleva el barómetro a la azotea del edificio y se le ata una cuerda muy larga. Se descuelga hasta la base del edificio, se marca la cuerda cuando el barómetro llega al suelo y se mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios: si obtenía una alta nota, esta certificaría su alto nivel en física, pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.

Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.
Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
 
–Se toma el barómetro y se le lanza al suelo desde la azotea del edificio, se calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la fórmula h=2gt2, así obtenemos la altura del edificio.
En este punto le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
 
–Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, se toma el barómetro en un día soleado y se mide la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
 
–Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
 
–Sí, contesto: este es un procedimiento muy básico para medir la altura de un edificio, pero también sirve. En este método, se toma el barómetro y se sitúa en las escaleras del edificio en la planta baja. Según se va subiendo por las escaleras, se va marcando la altura del barómetro y se cuenta el número de marcas hasta la azotea. Al llegar se multiplica la altura del barómetro por él número de marcas y este resultado es la altura. Este es un método muy directo.
 
–Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
 
–En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
 
–En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.

En este momento de la conversación, le pregunte si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
Instrucciones para llorar

*Julio Cortázar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza.

El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará  con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro.

Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto.

Duración media del llanto, tres minutos.
 
*Escritor argentino
nacido en Bruselas.

Dos respuestas para
un mismo problema

Mi madre vive en Villa Devoto, mi exsuegra en Villa del Parque. A ambas se les inundó su casa, al punto de no poder salir de ellas ni siquiera de pedir ayuda y, además, quedaron sin energía eléctrica por varios días. Ambas son viudas y viven solas. Una nació en 1937, la otra en 1939. Ninguna de las dos tiene pareja. Una parece 10 años menor que la otra, enérgica, independiente, proactiva; la otra , flemática, dependiente y resignada, durando... Ninguna llamó a sus hijos por teléfono. Cuando visité a mi madre me dijo: "voy a construir algo en la terraza para otra vez que pase lo mismo, y me quedo ahí esperando"... La otra lllora todo el tiempo y lamenta su suerte, pero prefiere quedarse ahí encerrada esperando lo que sea.  A.D.H.

El sombrerito de fieltro marrón
(Osobuco a la milanesa)                                                                                                                                                            

La memoria suele elegir recodos para empacarse, y por más que Ella tironeaba no lograba movilizarla, sólo aparecían magras pinceladas de sus dos primeros años de escolaridad.
Formaba parte de una familia católica y practicante. Su infancia había transcurrido en el ámbito parroquial, con participación activa en celebraciones y culto; recitaba el catecismo y la misa en latín antes de aprender a leer.
En las festividades patronales participaban alumnos de las tres escuelas del barrio, dos estatales y una católica.
El grupo de las monjas –sólo niñas– llegaban perfectamente alineadas con sus uniformes impecables: zapatos, medias, cintas o hebillas, vestidos prendidos en la espalda, faldas con tablones y preciosos sombreros de fieltro, todos en color marrón.
Los del estado, es decir los laicos, eran mixtos, con guardapolvos blancos que –como decía su madre– hacían la igualdad. Ella no estaba tan de acuerdo: el blanco incierto más la falta de almidón marcaban la diferencia.
Ya había resuelto su elección; Ella quería el colegio del sombrerito de fieltro marrón.
¿Por qué si fue suya la elección huyeron los recuerdos? Ella rememoraba a Franca, sólo a ella.
Eran tiempos de posguerra.  Franca había llegado de Italia –decían que sólo con su papá–, era alumna pupila, no tenía uniforme ni sombrero, sólo guardapolvo. Era rubia, delgada, hablaba pocas palabras en español y, cuando la hermana encargada de los dormitorios llegaba blandiendo como un estandarte la sábana mojada, sólo bajaba la cabeza mirando el piso.
Ella cree que no merece tener más para contar.  Un hermoso sombrerito marrón: ¿qué más podía dar?
En honor de Franca: Comida Italiana.

Receta

Osobuco a la milanesa

Ingredientes

4 Osobucos de ternera / 1 Cebolla picada / Harina  (cantidad necesaria) / 1 Limón (cáscara parte amarilla picada) / 1 Diente de ajo / 1 Anchoa / 100  grs.manteca o margarina / Sal, pimienta, perejil / Vino blanco o caldo o agua

Preparación

Enharinar bien los osobucos y dorarlos en la manteca; salpimentar y mojar con el vino. Cuando éste se haya evaporado añadir caldo o agua suficiente para la cocción (más o menos una hora).
   Antes de retirar del fuego añadir el perejil, cáscara de limón, ajo, cebolla y anchoas, dar vuelta la carne para que tome color y servirla con arroz.

Marta Rodríguez
26/02/2006