sábado, 23 de julio de 2011

“No soy de aquí
ni soy de allá”


Facundo Cabral, cantante, compositor, escritor argentino, cultor de la poesía y la filosofía revestidas de música, anécdotas e historias, se ha ido hace unos días.
De infancia muy humilde, de muy pequeño, su padre abandona a la familia y su madre queda a cargo de él y sus dos hermanos.
Encerrado en un reformatorio escapa al poco tiempo. En 1959 ya toca la guitarra y canta folklore. En Mar del Plata, empleado en un hotel, el encargado del lugar le ofrece cantar. Se hace llamar “El indio Gasparino” y más adelante usa su nombre verdadero.
En 1970 se conoce la canción “No soy se aquí, ni soy de allá”, que le da fama mundial. Su vida se vuelve espiritual, hacia el canto de crítica social. Se exilia en México durante la última dictadura donde sigue trabajando.
En 1984 regresa a la Argentina, habiendo recorrido muchos países donde llevó su arte y pensamiento. Su figura entonces se la relaciona con la lucha por la libertad, la justicia social y el amor. En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, la UNESCO lo declara “Mensajero Mundial de la Paz” en 1996.
El 9 de julio pasado, a eso de las 6 am hora local, a los 74 años, Facundo es asesinado en Guatemala en un confuso episodio.
Como todo cantante popular, no será olvidado por los que lo conocieron. Y los que no, pueden hacerlo a través de su gran obra hecha canción.

Elecciones
cerquita


Cuando esta revista salga a la distribución, a fines de julio, o cuando caiga a manos de un lector, las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya habrán sido. A partir del primer resultado donde Mauricio Macri llegó a un 47% de los votos y Daniel Filmus al 27,8%, las evaluaciones de los posibles resultados abren por lo menos un interrogante fuerte: ¿de este resultado depende la elección nacional de octubre? La respuesta generalizada es un rotundo “no”. Más tomando en cuenta que se da la casi desaparición de la Coalición Cívica, la ratificación de la inexistencia del radicalismo (buena parte de sus seguidores votaron al PRO), la no aparición del duhaldismo y la fuerte caída de Proyecto Sur respecto de su desempeño en las legislativas de 2009. Como dato interesante está el que muchos que optaron, en primera vuelta por el PRO, también ya decidieron su voto en octubre por la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
Los logros del gobierno, aun en el balance por cosas que faltan, juegan a favor de estas decisiones. Desde lo económico, un informe de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) aparecido hace unos días, da cuenta de que el crecimiento para este año 2011 para nuestro país, ronda el 8,3% contra un 4,8% que había vaticinado en diciembre pasado, ubicandose levemente en segundo puesto en relación a Panamá (8,5%), siguiendo en estos datos Haití (8%), Perú (7,1%), Uruguay (6,8%), Ecuador (6,4%) y Chile (6,3%) .
No es menor, además de estos datos el nivel de conflictividad que afecta a algunos de estos países donde el índice Gini es sustancialmente mayor que en la Argentina, aunque ésta no llegue a niveles satisfactorios para todos.
El Coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Se lo utiliza para medir la desigualdad en los ingresos y cualquier forma de distribución desigual. Este coeficiente es un número entre 0 y 1, donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). El índice de Gini es el coeficiente ddel mismo expresado en porcentaje.
En 2003, el índice de Argentina se situaba 53,4, en 2007 el 48.3 (http://es.wikipedia.org/wiki/Coeficiente_de_Gini) y en 2010 este índice bajó a 39, lo cual supone una menor desigualdad social.
Este crecimiento de la igualdad, además de cómo beneficia electoralmente a todos los oficialismos de cada lugar, porque buena parte del electorado no diferencia de quién depende esta mejora, si del gobierno local o nacional. Si se le suma las preferencias históricas, cierta despolitización de sectores perciben la realidad en rémora de la cultura de los ’90, ello va determinando los resultados electorales del presente.
En términos filosóficos simplificados, la puja en CABA parece ser entre un pragmatismo de mercado ineficiente, de exclusión social ascendente, disfrazado de “nueva política”(no por nada la Capital Federal sigue teniendo la misma cantidad de población que en los años 40), y una línea que apunta a los principios de solidaridad e integración social.
Un cinturón productivo creciente con una visión más nacional del proceso, el Gran Buenos Aires, aún en su diversidad más diversa, rodea a una ciudad que, de tan autónoma que pretende ser, hay una historia en ello, tiene una mirada notablemente ombliguista de lo que le sucede al otro y al conjunto nacional. Pero, sabido es, nada es eterno, aunque dure cuatro años más. R.S.
Historia Nuestra

El pacto de Olivos
y la reforma constitucional

Con el poder en manos del presidente justicialista, Carlos Menem, la UCR inició una estrepitosa caída en las encuestas y en las elecciones parlamentarias de 1991 y 1993 obtuvo el 29 y el 30 por ciento de los votos respectivamente.
Este escenario obligó a Alfonsín a renunciar a la presidencia de la UCR y a encarar el diálogo con Menem para encontrar una salida consensuada a las aspiraciones del riojano que pretendía reformar la Constitución para ir en busca de una reelección en 1995.
Pese a que fuertes figuras de la política radical se opusieron, el Pacto de Olivos fue un acuerdo nacido de las conversaciones secretas sostenidas por el Presidente en ejercicio Carlos Menem, y su antecesor Raúl Alfonsín, en casa del ex canciller Dante Caputo, por el cual ambos trataron de canalizar sus intereses: Menem quería continuar en el poder y Alfonsín, viendo que no podía impedir esa continuidad, buscaba poner freno a ese poder, que se volvía demasiado amplio. El pacto fue un arreglo entre cúpulas y reafirmó aún más el sistema bipartidista.
El Pacto se selló el 14 de noviembre de 1993. De este acuerdo, aprobado luego por la Convención Nacional de la UCR y por el Congreso del PJ, surgió que la oposición radical permitiría una nueva y única reelección presidencial, acortándose el mandato de seis a cuatro años y estableciendo la elección directa de Presidente y Vicepresidente, con un sistema de ballotage.
A cambio, el peronismo se comprometió a incluir en la Constitución Nacional la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, la creación de un Consejo de la Magistratura, la elección directa de los senadores, un senador por la minoría, de tres senadores por distrito, la extensión del período de sesiones ordinarias del Congreso de 4 a 8 meses, mecanismos para atenuar el sistema presidencialista, creando el cargo de jefe de Gabinete. Así como también la regulación de los decretos de necesidad y urgencia, la inclusión de los derechos humanos de tercera y cuarta generación, protección a los pueblos originarios, derechos del consumidor, ambientales y a la información, la validez de los tratados internacionales por sobre las leyes nacionales, la acción de amparo, la acción colectiva y los delitos contra la Constitución.
De acuerdo a este Pacto de Olivos, al que se agregó el “Acuerdo de la Rosada” del 13 de diciembre de 1993, se declaró la necesidad de reformar la constitución, y conforme a las pautas de la constitución vigente, el 10 de abril de 1994 se realizaron las elecciones de Convencionales Constituyentes.
En total estuvieron presentes 19 partidos políticos, con 305 miembros en total, bajo la presidencia del Presidente del Senado, Eduardo Menem (hermano de Carlos) siendo los más numerosos, los justicialistas, con 136 integrantes, y los radicales, con 75 representantes.
El proyecto de la Convención reunida en Santa Fe, fue presentado y aprobado sin modificaciones por la Cámara de Diputados y luego pasó al Senado, que no aceptó el acortamiento del mandato de los senadores.
La Constitución establecía que en caso de modificaciones el proyecto debía volver a diputados, pero eso no ocurrió y directamente pasó al ejecutivo, que lo promulgó como ley, bajo el número 24.309.
Entre el 25 de mayo y 22 de agosto de 1994, en las ciudades de Santa Fe y Paraná sesionó la Asamblea Constituyente, que introdujo modificaciones en las normas que rigen las relaciones entre los poderes de la Nación y las provincias y el establecimiento de nuevos derechos y garantías.
La nueva Constitución Nacional fue jurada el 22 de agosto de 1994.
En 1995, haciendo uso de la cláusula constitucional que permitía su reelección, Carlos Menem resultó elegido nuevamente presidente de la Nación por un 51% de los votos.

Prof. Isabel Rodríguez
La conjura de los libreros

Por Roberto Di Vita*


CAPITULO 18

(Resistencia de los libreros ante las multinacionales del libro.)

Resumen: Los libreros de alma que luchan contra las multinacionales del mercado editorial, se solidarizan con los escritores comprometidos de la humanidad.

Pasó una semana del último encuentro entre Pablo y Silvina, aquel que los llevó, luego de un choque casual de personas, hasta el bar Dorrego y a conversar por mucho tiempo de libros, música y la importancia de los pájaros en el corazón de las ciudades.

Primero fue el comentario de los libros que llevaba Silvina, los que había recogido Pablo del suelo luego del torpe encontronazo. Segundo el libro que llevaba Pablo y sus preferencias lectoras. Tercero los libros que había leído Silvina, Cuarto los libros que había leído Pablo. Quinto tema, la música que le gustaba a Silvina. Sexto la música que le gustaba a Pablo. Séptimo lo que más le gustaba a Silvina era la primavera y el mar. Octavo lo que más le encantaba a Pablo era el verano y las sierras. Noveno a Pablo le gustaba la nieve. Décimo a Silvina los bosques.

Pablo y Silvina tenían por ídolos a García Márquez, Saramago y Pablo Neruda. Pablo era hincha de Chacarita Júnior, legendario cuadrito de fútbol de Villa Crespo y San Martín; Silvina de Independiente los diablos rojos de Avellaneda. Pablo escuchaba a Silvio Rodríguez y a la negra Mercedes Sosa, Silvina también. Pablo llevaba en su haber, un recital de Rafael Alberti en persona, frente al teatro Cervantes. Silvina había conocido a Saramago en la Feria del Libro de Buenos Aires. Pablo estudiaba en la Universidad Tecnológica; Silvina en Filosofía y Letras, pero tenía algunas inclinaciones periodísticas.

A todo esto el viejo José había tenido un sueño, que soñaba a menudo en su librería y refugio; tal vez no era un sueño...

Derechos Reservados.(Continuará...)

*Escritor
Señorita Stella

Por Marta Rodríguez*

Había llegado el día tan esperado.
La titularidad como maestra de escuelas primarias, era la concreción de un sueño largamente esperado. El primer día de clase había llegado.
Se preparó con esmero, para ella era importante la primera impresión. Armó con minuciosidad la diagramación de sus clases. Todos los detalles, hasta los más pequeños, los había tenido en cuenta.
Su madre, como cuando ella era una niña, le alcanzó un paquetito con masitas de quaker. – No es más que por cábala – le dijo.
Las guardó en un rincón del portafolio; serían su talismán.
Parada delante del curso tuvo que hacer esfuerzos para reprimir el ahogo de la emoción intentando salirse del cauce.
Los recuerdos de su primer día de clases le pedían permiso para estar presentes; y ahí se veía ella, sentadita en el segundo banco junto a la ventana.
La señorita parada delante del escritorio, y ella sin quitarle los ojos la miraba extasiada.
La veía tan joven y bonita – ojalá sea mi señorita para siempre – pensó.
Respiró, al ver la expectativa y la ansiedad en las caritas de sus alumnos.
Los miró con ojos de luces encendidas y suavidad de alas de mariposas.
“Soy la señorita Stella, su maestra de primer grado inferior.”

Receta
Galletitas de Quaker

1 ½ taza de harina tamizada / 1 taza de azúcar / 1 cucharada de Royal / 1 cucharadita de sal / 2 tazas de Quaker / 75 gramos de manteca / ½ taza de agua

Se mezcla todo, se amasa, se estira fino, se cortan con un molde y se cocinan en una placa mantecada en el horno.

*Maestra cocinera y cuentista
04/03/2008
Las nuevas generaciones,
¿siguen leyendo?


*Por Guzmán Urrero

Dicen que el correo electrónico, los chats de Internet y las publicaciones en red demuestran que las nuevas generaciones siguen leyendo.
No son libros, pero… En fin, ya ven que, en este tiempo que nos ha tocado en suerte, preferimos destacar el menor de los males. Porque, seamos sinceros, a nadie le agrada pensar que el libro es un artefacto pasado de moda. De ahí que convenga hacerse unas cuantas preguntas: ¿La lectura sigue siendo un signo de prestigio social? ¿Cómo lograr que los adolescentes conserven el amor por los libros? ¿La afición a la lectura está destinada a extinguirse? ¿Y qué mundo nos espera con ello?
En uno de sus fragmentos más luminosos, Marcel Proust comprueba cómo, mientras la lectura sea “la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos”, su desempeño en nuestra existencia resulta francamente saludable, pues viene a estimular lo más noble que hay en nosotros: el entendimiento, la fantasía y la razón; o por mejor decir: el don de la conciencia, donde resuenan todos los significados del mundo real y de los mundos posibles.
Dicho de otro modo: leer enriquece nuestro criterio, fomenta nuestros sueños y nos brinda un sinnúmero de vidas postizas que llenan los huecos de la nuestra.
En contraste, leer es para Proust un quehacer peligroso “cuando, lejos de iluminar nuestra espiritualidad, la suplanta, tornándose un simulacro carente de sentido y de valor; o cuando la verdad no se ofrece a nuestros sentidos como un ideal inalcanzable por nuestro pensamiento y nuestra voluntad, sino como un concepto material, “abandonado entre las hojas de los libros como un fruto madurado por otros y que no tenemos más que molestarnos en tomarlo de los estantes de las bibliotecas para saborearlo a continuación pasivamente”. Nos basta con seguir la pauta del escritor francés para advertir hasta qué extremo el de lector es un oficio prescindible en la identidad de muchos de nuestros contemporáneos.
El pensamiento gregario –hacer lo que la mayoría hace, sin distinguirse del resto– disipa la individualidad, aunque ello parece importarle poco a ese creciente segmento de la población que se complace en sí misma ante la pantalla televisiva, lejos, muy lejos de esa tentación anacrónica que llamamos lectura.
Hablan últimamente los analistas de este ocaso, y repiten que, a pesar de un tiempo de ocio cada vez más generoso, el lector actual tiende a prestigiar otros pasatiempos por encima de la bibliofilia. Entre los jóvenes, un videojuego en red es mucho más atrayente que un libro.
Se dice que el lector moderno es desatento, fragmentario e impulsivo. Carece de paciencia para acabar el libro que adquiere, y a veces incluso se conforma con hojearlo.
De hecho, si bien el negocio editorial disfruta de unas ventas en línea creciente, parece claro que sus consumidores acumulan volúmenes que no leen, o que no alcanzan a leer del todo, transformándolos así en ornato prestigioso o en simple referencia que quizá nunca lleguen a consultar.
Por todo ello, y en particular para no resultar apocalípticos, pensemos hoy en esas bibliotecas llenas de ejemplares como un foco de cercano afecto, imprevisible en la gama de placeres que puede causar a quien, de cuando en cuando, compruebe los índices de un volumen concreto y luego quede absorto en sus primeras páginas.

*Periodista, crítico
y escritor español