miércoles, 19 de octubre de 2011

Un visionario
magnate


(Steve Jobs 1955-2011)

Uno de los momentos más emblemáticos de la vida del fundador de Apple, Steve Jobs, fue su emotivo discurso durante la ceremonia de graduación en la Universidad de Stanford en 2005 cuando ya sabía de su destino cercano. El creador de la primera computadora de escritorio, ésa que usted y yo estamos usando para ver este texto o para armar esta revista por destock publishing, decía esto:

"A veces la vida te pega en la cabeza con un ladrillo", dijo en la ceremonia, en donde pronunció estas palabras que resumían su manera de ver la vida.
Y concluyó: "No pierdan la fe. Tienen que encontrar qué es lo que aman... Así que sigan buscando hasta que lo hallen. No se conformen".

"Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: ´Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón'. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: ' Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?´ Y si la respuesta era no durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo".

"Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante”

"Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón".

Sobre la muerte

"Me operaron, y ahora estoy bien. Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual: Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo", dijo

Y siguió: "Ahora mismo lo nuevo somos nosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, se irán convirtiendo en lo viejo, y serán apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto. El tiempo es limitado, así que no lo gastés viviendo la vida de otro".

Admirado y hasta adorado por unos y denostado por otros por sus millones, la obra de Jobs deja una marca indeleble en la historia de fines del siglo XX y comienzos del XXI, y, como a todo humano, no le fue exenta la finitud. R.S.
Caminando

En este mes se pone en juego, casi como repetida de las primarias de agosto, si una construcción que viene creciendo desde 2003 sigue o concluye.

En tren de continuidades, apologías y rechazos, en medio de un clima inhóspito internacional, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, renueva su mandato por cuatro años más, hasta 2015, donde, haciendo futurología (porque nadie sabe a ciencia exacta qué sucederá mañana), concluirá su mandato. Salvo, como especulan a destiempo hoy algunos opositores, haya una reforma constitucional que permita la re-reelección, aquella fórmula que el ex presidente riojano del uno a uno no pudo concretar porque la economía le estalló sin menguas y lo mandó al olvido de la historia.


Dama poco dócil y no tan digna, la política, como actividad esencialmente humana, en estos ocho años, sin embargo, ha recuperado, como nunca un protagonismo, ahora quizás menos ríspido, donde se inserta directa o indirectamente, hasta en la charla cotidiana. El ciudadano, una buena mayoría a favor del rumbo y alguna parte en opuesto, pero no tanto, dialoga hasta con alguna pasión por aquello que en 1810 fue lo de “el pueblo quiere saber de qué se trata”, y protagoniza sus deseos, anhelos y miedos, en casi tres décadas de democracia. A pesar del presente recuerdo del terrorismo de Estado, así como la campaña constante por la “inseguridad” (que existe pero lejos de su correlato (in)comunicacional) y estructuras cerradas de acceso a la transparencia, sin embargo, sigue impulsando un espíritu participativo que abre compuertas sobre pasos seguros.


Así y todo, no es detalle menor observar que quiénes denostan este modelo, este proceso político y estos modos de hacer la política (cadenas de mails con mentiras y denigraciones sobre la misma y los representantes), siendo amplios beneficiarios, económica e institucionalmente de algunos cambios claves. Desde una política distributiva de ingresos, de subsidios a los más necesitados hasta un lugar emérito mundial de Argentina como defensora de los derechos humanos y recuperativa en el campo científico y tecnológico.


¿Por qué si alguien es beneficiado odia y hace coro con falsedades acerca de quien lo beneficia? La explicación es tan simple como compleja. Día a día el monopolio comunicativo del consorcio Clarín y sus satélites (léase La Nación, Perfil, radios y canales “en cadena”) vuelcan todo lo negativo posible contra lo que precisamente está bien, tergiversando, mintiendo abiertamente o por medias verdades. El origen probablemente espurio de Papel Prensa, denunciados por el Ejecutivo, y en proceso judicial, recibe su merecido cada día y cada momento. De 700 tapas del “Gran diario argentino” más de 600 han sido sobre hechos negativos o una mirada negativa de los hechos.


¿Qué sucede con los receptores? Los que ven que los vaticinios apocalípticos no se cumplen, descreen y no compran más esas hojas. ¿Y los que les creen? Manipulación eficaz, o convencimiento histórico contra este modelo, o ignorancia por otra versión de los hechos y es el “sentido común” (hoy vuelto tapas apocalípticas) instalado por décadas.


Algunos creen que hoy el monopolio (comunicativo) está débil. A pesar de su mengua, sobre todo por torpeza propia, el monopolio pelea por mantener su hegemonía y los nuevos medios siguen siendo pocos y poco potentes. Son los hechos, los resultados, más que las palabras en ríos de tinta, en papel o internet, los que prueban la inconsistencia de las diatribas y la consistencia, aún en sus bemoles, de una propuesta..


Este 23 de octubre, el pueblo, sobre esto y tanto más, da su libre opinión. Otra vez, como hace 28 años. R.S.
Historia nuestra

Eduardo Duhalde:
“apagar el incendio y resolver la crisis política”



El 20 de diciembre de 2001 renuncia Fernando de la Rúa a la Presidencia de la Nación en medio del conflictivo "corralito" financiero sobre los depósitos y en un contexto de fuerte fuga de capitales.

En poco más de una semana la Argentina tuvo cinco presidentes. A De la Rúa lo sucedió, como presidente interino, Ramón Puerta, en su carácter de Presidente Provisional del Senado, porque no estaba cubierto el puesto de vicepresidente tras la renuncia de Carlos (Chacho) Alvarez. El 23 de diciembre la Asamblea Legislativa designó a Adolfo Rodríguez Saá, hasta ese momento gobernador de San Luis. Ese mismo día declaró la cesación de pagos de una parte de la deuda pública, decisión que fue ovacionada por la Asamblea Legislativa. Rodríguez Saa, apenas unos días después, renunció, el 31 de diciembre, luego de que los gobernadores le retiraran el apoyo.
Eduardo Camaño, titular de la Cámara de Diputados, asumió la presidencia interinamente. Y el 1º de enero de 2002 la Asamblea Legislativa eligió entonces a Eduardo Duhalde, un hombre fuerte del peronismo, quien asumió la Presidencia para completar el mandato de De la Rúa, hasta diciembre de 2003. Duhalde debió pilotear el barco del Estado durante el temporal, y su estrategia fue más bien pragmática. Buscó ganar tiempo mientras encontraba el modo de apagar el incendio.

Apenas asumió, Duhalde designó a Jorge Remes Lenicov como ministro de Economía. Entre sus primeras medidas, anunció la devaluación del peso, se comprometió a devolver los ahorros en la misma moneda en que habían sido depositados en los bancos y envió al Congreso un proyecto de ley declarando la Emergencia Pública, que dotó al Poder Ejecutivo de amplias facultades para modificar las reglas de juego de la economía y devaluar.

Inicialmente, el Gobierno fijó el valor del dólar en 1,40 peso, con restricciones para la compra de divisas. Los depósitos se pesificaron a 1,40 peso, pero las deudas bancarias se pesificaron 1 a 1 (lo que se llamó la "pesificación asimétrica"). A comienzos de febrero por presión del FMI, el Gobierno liberó el tipo de cambio, que en marzo llegó a bordear los 4 pesos. Hubo una fuerte fuga de capitales.
A fines de abril, en medio de un feriado bancario y cambiario por tiempo indefinido, el Gobierno envió al Congreso un proyecto para convertir compulsivamente los depósitos retenidos en el corralito y corralón en bonos (llamados Boden). Ante la falta de apoyo interno y externo, el ministro Remes Lenicov renunció. Luego de un acuerdo con los gobernadores, el 27 de abril asumió como nuevo ministro de Economía Roberto Lavagna, El flamante ministro fue aplicando medidas para liberar gradualmente el corralito y el corralón financieros, frente a la presión de los ahorristas y también de los bancos afectados por la pesificación, tras años de recesión.
Con la intención de debilitar los reclamos, Duhalde puso en marcha un gigantesco programa de subsidios para los desocupados, base de apoyo del movimiento piquetero. Mientras en las calles se escuchaba “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, el imperativo del gobierno fue que la lucha no debía ser una sola, los reclamos de los más pobres y de la clase media no debían confundirse en un mismo reclamo.

El 26 de junio de 2002 una protesta convocada por un sector de los piqueteros en el Puente Pueyrredón, finalizó en Avellaneda con un trágico saldo, dos manifestantes, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, fueron asesinados por efectivos de la Bonaerense, (según revelaron filmes y fotografías periodísticas) quienes durante un megaoperativo de seguridad ordenado por el gobierno de Duhalde dispararon con balas de plomo contra la marcha. Al día siguiente, unas 30.000 personas manifestaron en Plaza de Mayo para repudiar las muertes acaecidas en la jornada.

Frente a la necesidad de descomprimir un tenso clima político que se había adueñado de todo el país, el 2 de julio Duhalde convocó a elecciones presidenciales anticipadas para abril de 2003.

Las elecciones se realizaron el 27 de abril de 2003. Carlos Menem obtuvo la primera minoría, con casi el 25%. En segundo lugar, con el 22,2%, se ubicó el gobernador patagónico Néstor Kirchner, quien contaba con el respaldo de Eduardo Duhalde. Esos resultados obligaban a convocar a una segunda vuelta. Sin embargo, descontando una derrota, Menem decidió no presentarse en el ballotage.


Así, el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner asumió la Presidencia de la Nación.

Prof. Isabel Rodríguez
La conjura de los libreros

CAPITULO 21

(Resistencia de los libreros ante las multinacionales del libro.)

Resumen: Los libreros de alma (no todos o todas) que luchan contra las multinacionales del mercado editorial, se solidarizan con los escritores comprometidos de la humanidad.

El viejo José lidera la resistencia, Pablo y Silvina amigos del viejo, serán victimas de una poderosa explosión fascista, una noche que la pasaron en la librería, a partir de esa noche, libreros, poetas, escritores, artistas y vecinos entran en acción.

Cierta vez el viejo le contaba a Pablo, que había conocido al escritor Julio Cortázar en Santiago de Chile y luego en la plaza del Congreso, en Buenos Aires.

Pero antes se había visto con Roberto Arlt, en una librería de Caballito, que pertenecía al abuelo de los Palumbo.

–“El autor del Juguete Rabioso, nos estaba contando los detalles del suicidio de la costurerita de la calle Amenábar al cien y por lo sórdido y trágico nos hizo llorar esa tarde, al anciano Palumbo y a mí”– dijo José.

–“La miseria y las privaciones de una muchachita, que decidió no sufrir más y dio fin a su vida”–, remató con su recuerdo de Arlt; el viejo José.

Pablo escuchaba atento todo lo que le decía el viejo y pensaba.¿Cuántos años tendrá don José? Si me sigue contando seguro que lo conoció a José Hernández y a Sarmiento. Al igual que Zeus. ¿Será inmortal, José? Se preguntaba Pablo.

Una noche al viejo José se le aflojó un canino y escribió en su computadora esto. Son el sostén de mi cara / de uno, en uno, / dos filas, dos hileras / para el combate, / y cuando una baja / le tocó perecer / los otros ayudaron / para suplir la ausencia/ Mis dientes / fieles amigos / los nostalgiaré / cuando no estén / Mis dientes son el tiempo / el tiempo y los caminos / fraternales gracias compañeros... Pero alguien muy importante para su vida la había escrito una carta...

*Escritor
La lengua que hablamos

*Por Mempo Giardinelli


A propósito del Museo de la Lengua recientemente inaugurado en la Biblioteca Nacional, en varias notas de diarios, revistas y radios se lo identifica como “de la lengua española”. Y es curioso, porque tal categoría es un error conceptual, además de que no es la denominación oficial que le ha dado la BN al flamante museo.

Pero este yerro ya está instalado en el imaginario nacional contemporáneo. Lo que obliga a hacer algunas precisiones, porque nosotros hablamos Castellano, no Español.


Es claro que, como se dice comúnmente, hablamos la lengua de Cervantes. Pero es también la lengua de Sor Juana y de Sarmiento, la de Borges y Cortázar, y la de Neruda, García Márquez, Rulfo y tantos y tantas más que han creado una magnífica literatura que hoy nos expresa a más de 500 millones de personas, y es, después del chino mandarín, la lengua más hablada y leída del planeta por el número de personas que la tienen como lengua materna.


El Castellano es la lengua romance que ha logrado mayor difusión en el mundo contemporáneo. Es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas; el segundo más estudiado en el mundo después del Inglés y el tercero más usado en Internet.


Pero es Castellano. No Español, como se popularizó en el mundo última y equivocadamente, y por diversas razones políticas y económicas. Entre ellas, el avance de Telefónica en América y la creación del Instituto Cervantes como avanzada política cultural de España en el mundo. Lo cual estuvo muy bien para ellos, pero limitó el término “castellano” a designar el dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, y que se habla en esa región. Contribuyó a ello la fácil traducción del gentilicio: Spanish, espagnol, spanisch, spagnolo, espanhol, etc.


“El término español resulta más recomendable por carecer de ambigüedad”, declara ambiguamente el Diccionario Panhispánico de Dudas, en su edición de 2005. Pero entre nosotros hace ya 200 años que ese enorme lingüista que fue Andrés Bello advirtió el eje de la cuestión, al titular su obra principal, “Gramática de la lengua castellana” destinada al uso de los americanos. Un título perfecto.


Bello explicaba: “Se llama lengua castellana (y con menos propiedad española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados hispanoamericanos”.


“Hoy no hay foco de conflicto con la Real Academia Española (RAE) porque tiene un nivel de comprensión de las singularidades dialectales en América latina”, razona Horacio González. Lo que es cierto, pero no clausura la cuestión. De hecho, y no dudo de que HG lo comparte, el asunto está vigente entre nosotros, e inclusive no termina de resolverse en España. La vigente Constitución Española de 1978, posterior a la caída del franquismo, define: “El castellano es la lengua española oficial del Estado (...) Las demás lenguas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas”.


No es dato menor que fue a partir de los ’90 que se inició la reconquista de la América latina por algunas grandes casas editoriales de España, que se transnacionalizaron comprando empresas locales, de México a Buenos Aires.


Nuestra lengua viene de la península, desde ya, pero se ha enriquecido y complejizado con muchísimos aportes propios, y hoy se compone de elementos lingüísticos extraeuropeos que merecen estudio y reconocimiento y la hacen otra, una y múltiple. El Castellano Americano que nos identifica y hermana políticamente recoge tradiciones propias y enlaza parentescos nacidos de esta tierra prodigiosa a la que vinieron millones de extranjeros para asimilarse y enriquecer su carácter, creando una cultura latinoamericana que necesariamente es un fruto plural y que tiene expresiones peculiares y su propia y riquísima tradición literaria. Y así es leída en todo el continente, porque ha sido y es escrita en el Castellano de América.


Hace poco, en la Universidad Federal de Niterói, en Brasil, me tocó inaugurar el 14º Congreso de Hispanistas de ese país, donde nuestro idioma está adquiriendo un notable desarrollo gracias a políticas públicas que advierten la importancia de la lengua que los rodea en todo el continente y que expresa a casi 40 millones de latinoamericanos de todos los países (excepto Chile) con los que Brasil tiene fronteras. Y allí observé el mismo fenómeno: la cuasi imposición de la denominación Español para una lengua –la nuestra– que en realidad es el Castellano Americano que se habla, escribe y lee en Nuestra América.


El asunto no es nuevo. En tiempos de Perón, por cierto, se estudiaba “Lenguaje Nacional”. Y cuando yo era chico estudiábamos “Castellano” de primero, segundo y tercer año; y luego, en cuarto y quinto, Literatura Universal e Hispanoamericana. Hoy se impuso una deslavada e imprecisa “Lengua” mientras se populariza la creencia de que hablamos “Español”.


La importancia del idioma en la formación de una identidad, así como la propiedad, el uso coloquial y la enseñanza de la Literatura no son asuntos menores ni superfluos. Ya Don Juan Filloy lo subrayaba en los albores de la democracia, cuando resaltaba la pobreza coloquial de los argentinos, que usaban poco más de mil vocablos de una lengua que tenía entonces 73.000.


Un cuarto de siglo después las cosas no han mejorado. Hoy, con los aportes de todas las academias correspondientes de la América hispana, nuestro idioma supera los 90.000 vocablos, pero sigue siendo urgente detener la pobreza lexical, la pauperización expresiva y la extranjerización agresiva y aculturizante de nuestro pueblo. Y si ni siquiera sabemos el nombre correcto de la lengua que hablamos, la cosa es más grave aún.


*Periodista - Escritor

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-178415-2011-10-07.html