lunes, 21 de abril de 2008

LA ALDEA PREOCUPANTE

Violencia escolar

Ignorar al compañero, ridiculizarlo o insultarlo son situaciones que hicieron sentir a otro o que vivieron en carne propia más de la mitad de 4971 alumnos del secundario de escuelas públicas de 21 provincias argentinas.
Y el caso llegó a mayores para alrededor de un 17 % de los adolescentes consultados. Muchos de ellos optaron directamente por los golpes, ya sea como autores o víctimas, según un estudio sobre violencia en la escuela media realizado el pasado año por investigadores del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Los mayores niveles de violencia se presentan en el Nordeste argentino, los menores se producen en el conurbano bonaerense, mientras que en la ciudad de Buenos Aires ronda el promedio general del país", destacan los sociólogos Ana Lía Kornblit y Dan Adaszko, autores del trabajo que también puntualiza: "La pelea de golpes de puño sigue siendo una modalidad muy presente en lo que hace a la resolución de conflictos entre los adolescentes, lo que ha crecido entre las mujeres".
Sin llegar al extremo del ataque de un chico contra sus compañeros con un arma ocurrido en Carmen de Patagones en 2004, la violencia parece asistir a clase, aunque con hechos graves ocurridos durante marzo y abril en lo que va de este año. Por eso, el equipo de la UBA realizó el pasado año una encuesta a adolescentes de entre 15 y 19 años en ciudades del país con más de 50.000 habitantes.
Los ataques revelan distintos niveles de agresión. Algunos maltratos son sutiles, como impedirles a otros que participen de un grupo o cargarlos. De este hostigamiento fue víctima y protagonista el 52% de los chicos consultados, y un 16,6% dijo haber cometido un acto de violencia en el último año como irse a las piñas o amenazar u obligar a otro a hacer algo indeseado. Un 16,9% expresó haber sido víctima del maltrato.
"No son grupos excluyentes. Por momentos, algunos son víctimas, pero los mismos son agresores en otros momentos. Es un escenario generalizado de vínculos violentos", define Adaszko.
Datos preocupantes
"Los datos son preocupantes, pero esto no pasa sólo en la Argentina", indica Kornblit, psicóloga, médica, antropóloga e investigadora del Conicet. "Este fenómeno –explica– tiene que ver con la identidad adolescente. Los cambios de la sociedad en su conjunto, en cuanto a la inserción laboral de los jóvenes, llevan a desarrollar en las culturas juveniles una postura crítica a la sociedad de los adultos, pero sin alternativas.
La escuela no acompaña este proceso, porque sigue manteniendo patrones del modelo de socialización de 50 años atrás. Esto motiva estas manifestaciones de violencia en la escuela, aunque no sólo allí". En este sentido, los adolescentes consultados, que dijeron tener un proyecto de vida futuro, estaban más alejados de los modos violentos en la escuela. Los varones y los que confesaron que no les gusta la escuela son los que protagonizaron más hechos violentos, sin observarse diferencias entre los niveles socioeconómicos. Aunque sí influyó si el hogar es conflictivo, con peleas o discusiones fuertes, así como un bajo nivel de autoestima.
En tanto, cuando participan como agresores "lo hacen como un modo de mostrarse ante sus pares y de ocultar sus miedos e inseguridades en un contexto en que el uso de la fuerza física es altamente valorado", señala el estudio.
Algo natural
La violencia es vista como algo natural. Un alto porcentaje de los encuestados adhirió a frases como "las peleas que se producen entre los jóvenes los fines de semana son inevitables". A pesar de que estos chicos nacieron en los años 90, los estereotipos expresados mostraron componentes tradicionales. El 75% de la muestra coincidió con frases como "las mujeres que sufren violencia de sus maridos o parejas algo habrán hecho o se lo habrán buscado" o "el hombre que parece más agresivo es más atractivo".
También expresaron xenofobia, en especial contra los gitanos, los judíos y los orientales. "Los adolescentes históricamente han tenido el rol de modificar prejuicios, pero en este caso reproducen estereotipos retrógrados y conservadores", subraya Adaszko. Pero no todo fue malestar o agresividad en los adolescentes que participaron.
"Los climas sociales escolares favorables, donde se propicia el diálogo, se valora el esfuerzo del alumno, su integración y participación y se minimizan las prácticas autoritarias, disminuyeron considerablemente la frecuencia de las situaciones violentas", concluyen los autores.
(Cecilia Draghi, para La Nación, 28-07-2007)

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