miércoles, 15 de julio de 2009

Virus
chancho

No se sabe, o se sabe, o se sabe algo. Hay quienes saben, hay quienes dudan, los hay quienes informan para no alarmar, y otros, que dicen no querer alarmar, pero alarman igual. Al final, algunos profesionales sinceran: “son los mismos síntomas que una gripe común, pero no sabemos aún como muta, evoluciona”.
La verdad, la sinceridad, cruzada con el no saber a ciencia cierta, dispara, queriendo o sin querer, buenos negocios. Porque el negocio, es sabido, es la esencia de este sistema económico. Ya hace muchos años un señor de orejas grandes, el ministro de Economía de aquella Argentina dictatorial de fines de los 70 había dicho: “para la economía (capitalista) es lo mismo producir automóviles, caramelos o medicamentos”.
Claro que no es lo mismo para los que lo cotidiano es poder llegar a fin de mes. Y a su vez, esto anterior, algo extraño para los que llevan vida de country, viajan en avión o tienen vacaciones todos los años en algún rincón de la Tierra, que no es precisamente Mar del Plata o Córdoba.
Son perspectivas, entonces, de cómo informar sobre el virus desde el impacto variable y diverso en los diferentes sectores sociales.
Mientras, por las dudas, muchísimos andan con barbijos y alcohol en gel, y otros niegan casi absolutamente el tema. Dos formas de “defenderse”: la paranoia y la negación, cuando la prevención sería el punto adecuado.
Por suerte, la psicóloga y profesora de la UBA, Alicia Stolkiner explicó un poco más el domingo 6 en Página 12 acerca de esta gripe-virus A H1N1 en lo concerniente a nuestros vínculos, y con ello, al hacer un planteamiento más humano y solidario, ayudó a bajar tanto miedo y ansiedad, sentimientos que, instalados, vuelven peor a la pandemia.
“Hay una alarma desmedida”, sostuvo Stolkiner, “habría que tener la capacidad de tomar medidas necesarias sin que surja una cantidad de prejuicios, mitos y fantasías que la enfermedades arrastran. Un gran mito es que las enfermedades vienen de ‘afuera’ (...) Pocos medios promueven una práctica solidaria como eje del cuidado propio, se insiste en la salida individual”, sostuvo la psicóloga de la UBA.
Es el “otro” entonces, el diferente, la otra familia, el extraño el que me puede contagiar, según el razonamiento “aislado” y de cada uno en su parcela: entonces aislémonos, determinan tajantemente algunos. Mientras otros, al revés, o para no perder el presentismo laboral o para sostener el ingreso a rajatabla sin merma mínima (“porque si no trabajo no cobro”, es cierto), se toman un tecito con algún analgésico y siguen pa’lante con la actividad como si nada, pudiendo contagiar a unos cuantos, total... ¡¡El es otro!! En la empresa, más de un jefe inconsciente y genuflexo toma esta conducta riesgosa de su subordinado como ejemplo. ¿Dirán lo mismo los otros que se pueden contagiar?
Por lo tanto, ¿aislarse si hay síntomas? Quedarse en casa y llamar al médico, pero no aislarse de la vida, de los otros, tomar precauciones, guardar el reposo prescripto, tranquilizarnos, desestresarnos. ¿Se pierde plata o se pierde de ganar más? Sí, pero esto es un tanto diferente que perder la que muchos creen eterna, la vida misma. Que, sin duda, vale absolutamente más que todo lo que se pueda dejar de acumular en unas semanas de ella misma.

Roberto Sánchez
Psicólogo Social

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