domingo, 19 de octubre de 2008

LA ALDEA PANORÁMICA
Tienen miedo

Los poderosos del mundo tienen miedo, incertidumbre, algo de pánico. La caída de las bolsas, y de los hombres de la bolsa; la caída de este mundo de la timba financiera que representa y maneja a la economía real de un capitalismo global sin rumbo, salvo la ganancia, el poder y la codicia, parece caerse a pedazos.
“Se cae el mundo”, piensan, dicen, vaticinan. “Hubo un lunes negro, pero puede haber varios más”, auguran. Pero, ¿se cae el mundo? ¿o se cae este modelo de mundo?
Resulta curioso que los ganadores y vencedores absolutos en esta historia desde el crac de 1929 tengan ahora miedo, incertidumbre.
¿De quiénes hablamos? Sí, de los que vencieron al monstruo que con sus mismos negocios alimentaron el fascismo y el nazismo en los años 30-40 con su hijo malparido, Adolfo Hitler. Los que vencieron luego al socialismo real a finales de los años '80, tras un Plan Marshal en los ’50 que fue escudo contra el comunismo para reconstruir Europa devastada tras la Segunda Guerra.
Son los ganadores absolutos de la Guerra Fría, que dividió por décadas al mundo siempre al borde de un desastre atómico. Son los que con la tecnología ultramoderna y globalizada del mundo del capital hicieron poner de rodillas a Rusia, hoy más capitalista que ellos mismos.
Sí, los que ahora tienen miedo, incertidumbre, son los vencedores, los que pergeñaron y pergeñan la división internacional del trabajo, el dominio de nuestros países por las deudas externas y eternas, los que impulsan y se llenan los bolsillos por las guerras de baja y alta intensidad y los negocios que de éstas se derivan. Los que ocupan, con cualquier argumento, generalmente falso y mentiroso, los lugares del planeta que se les plazca para obtener los recursos que necesiten. Son los que planificaron y/o dieron las órdenes desde sus oficinas impecables para realizar los más horrorosos genocidios en los años ’60 y ’70 en nuestro continente con los momios cipayos y los sectores más reaccionarios de las fuerzas armadas de los países dominados. Y son los que quizá le tengan miedo a su propio espejo, a la verdadera historia, al búmeran que ejerce la memoria.
Pero por qué tanto miedo, ¿porque lejanamente puedan volverse pobres? Difícilmente les pase eso. Al menos, por ahora, aunque un poco de privaciones como no ir en limusina a esquiar a Davos tan seguido, no les vendría nada mal, aunque sigan intentando manejar el mundo con sus decisiones a través de sus laptops y los satélites artificiales.
Pero no, el miedo deviene de su inacabada codicia, eso del primer pánico por perder sus bancos, sus empresas trasnacionales, sus grandísimos negocios, su inconmensurable poder, y porque la sustentabilidad del sistema se puede quebrar, aunque, como ellos saben, porque ellos mismos lo diseñaron así, ya millones están afuera de él.
¿Acaso tienen temor porque los que aún tienen empleo junto con los que ya no lo tienen, incluidas las nuevas generaciones, puedan volverse otra vez levantiscas, como en los '60 y '70 del pasado siglo, y la maquinaria represiva ahora no están muy seguros de que funcione tan aceitadamente como en esa época?¿Temen porque en este sur ya hay gobiernos que se atreven a juntarse, ayudarse para defender la democracia representativa como sistema y poner la dignidad de los pueblos cada vez más arriba, más allá de la miope derecha que no ve más allá de su pequeño campo o sus pequeños privilegios?
Para estos señores poderosos con incertidumbre, el problema es su burbuja financiera y también la situación de las economías “emergentes”, como denominan a nuestros países del sur, que por ese mecanismo de exacción exportan beneficios sin límite para mantener sus tasas de ganancia y el nivel de vida de los habitantes del norte, que también se les va viniendo abajo.
Ahora, si para ellos nuestras economías son “emergentes”, sus economías, ¿qué son para nosotros?, ¿economías “sumergentes”?Tienen miedo, tienen ansiedad de que se agudice la lucha de clases, como hace unos años decía el subcomandante Marcos en México respecto del miedo del presidente Fox y la oligarquía de su país por una marcha de indios pobres y desarmados reclamando tierra.
Pero “pueden quedarse tranquilos , la lucha de clases ya no existe y el comunismo, menos. Lo que sí sería bueno es que supieran ubicarse, aprender, ser modernos, como sus representantes políticos de la derecha siempre predican. Porque pensar en esas denominaciones del siglo XIX”, les decía Marcos ya en 2001, muestra otra vez su retraso en relación a la posmodernidad vacía que ofrecen.¿O es que con los inusitados controles estatales que ya le proponen al mundo financiero se sienten como Stalin con uniforme soviético? Si esto fuera cierto, por lo menos es para reírse.
Pero no es así, ahora se vuelven rápidamente heterodoxos: hay que socializar las pérdidas, que el Estado (nosotros) se haga cargo, en cambio, cuando hay o hubo “vento”, todo debía ser ortodoxo, que todo lo manejara el “mercado” (ellos). Los economistas sensatos les dicen: “muchachos, si el negocio no les fue bien, se dedican a otra cosa y listo, ¿así debía funcionar el capitalismo según los manuales, no?”
Entonces el miedo, el temor y la incertidumbre que tienen estos señores es porque un razonamiento diferente se va asentando cada vez más: detrás de las ventanas opacas y blindadas de sus oficinas en Wall Street les está empezando a entrar un poco de sol, algo de la humanidad.
El sol de los que trabajan, de los que viven las privaciones y/o el malabarismo de sobrevivir cada día en este sur y en este mundo diseñado a golpes de bolsa o de “mercado”: lo que nos toca en estas “economías emergentes” como nos denominan, y a los “contribuyentes” como les dice el presidente Bush, a quienes otra vez pretenden transferirle, como siempre, su propio desastre.
En estas semanas más de un millón de norteamericanos ya se quedaron sin empleo. Los que pasamos 2001 en la Argentina, sabemos que esa cifra hay que multiplicarla por 4: son los nuevos pobres próximos de cada familia.
Ése es el miedo verdadero de los señores, que se les cuele, otra vez, la devaluada palabra “pueblo” y un inexistente criterio llamado “dignidad”.
Conceptos y valores que no cotizan en las bolsas de ese centro mundial que se les cae y que nosotros tenemos el derecho de empujarlo para que concluya, y no mute para peor. Nos debemos empezar a escribir una página mejor para la humanidad. Por el bien de ella, incluidos, oh paradoja, esos mismos señores. R.S.

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