jueves, 31 de enero de 2013



Cristina Rodríguez,
hasta siempre

luchadora







Así la vimos unos cuántos, probablemente todos que la conocimos, los más cercanos y los no tanto. El pasado 5 enero, unas horas antes de la llegada de los Reyes, quizás los protectores del Nazareno vinieron a buscarla porque necesitaban también de su voz suave para que otros ángeles la escucharan.

Ella luchó, claro que luchó, como guerrera que era, a brazo partido, hasta el final. Éramos parientes y además vecinos aunque no tantas veces nos visitamos, lo suficiente para observar su alma.
Cristina siempre vivió tejiendo, no precisamente lanas o hilos, si no tramas del amor, de amistad, de familia, de solidaridad, con alta exigencia, como era ella. Sabía que allí, y a su forma, residía uno de los  secretos de la vida.

¿Quién fue, quién es y quien será por siempre Cristina Rodríguez? “Coca”, “Coquita” para los más íntimos. La esposa, la madre, la amiga, la compañera, la laburante de mil y un laburos y, destacadamente, una cuenta-cuentos de Santos Lugares y Sáenz Peña.
Contar cuentos en las escuelas, casas, lugares públicos diversos era para Cristina “imaginar, porque imaginar abre caminos insospechados a la evasión y a la magia”, le dijo hace unos años a Guía Aldea, a través de su hermana, Marta. Y agregaba: “Toda persona, de cualquier condición, tiene historias para contar. Aún siendo analfabeto, la capacidad para narrar es extraordinaria”.
Hace dos años Cristina me facilitó un laburo. Allí, en ese lugar, la vi desplegar por dos meses tarde a tarde su arte, unido a un sentido del deber y la responsabilidad totales. Ella era así, sin vueltas, frontal, de una entrega total a lo encomendado, unido a su ternura, su compañerismo, su solidaridad con cualquier otro que lo necesitase.
Coca, Coquita, Cristina como me gusta más llamarla, porque eso de los apodos de época nunca me convencieron: estás en nuestro corazón. Hasta siempre, luchadora del espacio de lo sensible.  R.S.

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