lunes, 18 de mayo de 2009

LA ALDEA COLECCIONABLE
Historia Nuestra
El gobierno de Arturo Illia
La democracia en crisis otra vez

El gobierno de Guido estuvo marcado por los conflictos dentro del ejército, los conflictos sociales y la recesión, generada a partir de la aplicación literal de las recetas liberales. Las fuerzas armadas alarmadas por la situación, decidieron intervenir indirectamente y dejar en manos del electorado los destinos del país.
La salida electoral ofreció dificultades, ya que en un principio se estimuló la formación de un Frente Nacional entre el peronismo y algunos partidos menores. La fórmula que presentó fue vetada y el Frente no concurrió a las elecciones. El general Aramburu presentó un nuevo partido, la Unión del Pueblo Argentino (UDELPA), que ofreció al electorado antiperonista la seguridad del respaldo militar.
El 7 de julio de 1963, los votos en blanco fueron nuevamente muy importantes, ya que el 20% de los votantes siguió las órdenes de Perón, desde su exilio en Madrid.
En estas condiciones la victoria fue obtenida por el sector tradicional del radicalismo, la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) ocupó el primer lugar con apenas el 25 % de los votos, gracias al aporte de una parte de los votos peronistas. El peronismo, que no pudo expresarse, directamente se dispersó.
En el Colegio Electoral hubo acuerdo para consagrar presidente a Arturo Illia.
Durante tres años la población argentina sintió un alivio, por primera vez desde decenios la balanza comercial dio saldos favorables. Pero, las divisas acumuladas, controladas por el gobierno mediante un control de cambios, fueron insuficientes para cubrir las enormes deudas a corto plazo heredadas de la experiencia frondizista. Con lo cual el gobierno radical recurrió, como sus predecesores, a los acreedores internacionales. Esto generó un nuevo vuelco hacia la austeridad, con interrupción de los altos índices de crecimiento.
El gobierno se propuso defender el mercado interno y el capital nacional, se controlaron los precios, se anularon y renegociaron los contratos petroleros firmados por Frondizi con empresas extranjeras, en su mayoría estadounidenses. Se sancionó una ley de medicamentos que establecía preferencias para los laboratorios farmacéuticos de capital argentino frente a los extranjeros.
Si bien en lo económico el estancamiento fue muy progresivo, en lo político se advirtió que el gobierno carecía de una salida a la crisis.
A principios de 1963, se normalizó la CGT y los sindicalistas peronistas asumieron su conducción. En 1964 el sindicalismo lanzó un Plan de Lucha, por el cual 11.000 establecimientos fabriles fueron ocupados pacíficamente.
Creció en este momento la figura del metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, artífice de una política que combinaba el enfrentamiento con la negociación y fue el símbolo del nuevo poder de los sindicatos sin Perón.
Durante 1966 mientras los dirigentes sindicales aumentaban su presión, los medios de comunicación lanzaron una campaña de “acción psicológica” con el objetivo de desgastar al gobierno, y en especial la figura del presidente, tildándolo de lento e ineficaz.
Las relaciones entre el gobierno y los militares fueron cada vez más tensas, cobró fuerza la idea de construir un gobierno que excluyendo a los partidos políticos, integrara a las Fuerzas Armadas con los “factores reales de poder”, sobre todo empresarios y sindicatos.
El 28 de junio de ese año los tres jefes de las Fuerzas Armadas depusieron al presidente Illia de su cargo.
Una junta revolucionaria dio a conocer las “causas y objetivos de la Revolución Argentina” y disolvió el Congreso Nacional, las legislaturas provinciales y los partidos políticos, también, así como los jueces de la Corte Suprema de Justicia y los procuradores fueron separados de sus cargos.

Prof. Isabel Rodríguez

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