lunes, 14 de noviembre de 2011

Rajaduras

La rémora ultraindividualista de los 90, con espejo hoy en una Europa convulsionada por la crisis (angurria) financiera, parece que otra vez se enseñoreó en la Ciudad de Buenos Aires. Una o dos construcciones al lado de un edificio antiguo en Bartolomé Mitre 1222, provocaron la rajadura final del mismo y, en su derrumbe, tuvo como consecuencia la muerte de una persona mayor. Más de un mes antes, el 26 de setiembre pasado, un inspector había alertado sobre el riesgo de la construcción vecina.

El eximio arquitecto Rodolfo Livingston lo explicó con detalle: “la línea de propiedad no es reconocida por la tierra, las medianeras de estos edificios, además inhumanos (terrenos donde quedan departamentos de menos de tres metros de ancho por equis metros de largo), los cimientos “juegan”no sólo para abajo si no para el costado”. Y agregó, “además, este tipo de contrucciones no debería realizarse en barrios donde hay casas o edificios históricos, esto es ‘construcción’ no es arquitectura, no es ni estético ni bonito, es puro y duro negocio inmobiliario, nada más”.

Sabido es que el mercado, el capitalismo en aras de un “progreso” muy relativo (sobre todo progreso económico para los inversionistas), no respeta la tierra, la Pacha Mama, pero la tierra, igual, un día, se desquita, de alguna manera, alguna vez, con resultados lamentables.
Esto no es para regodearse sino para clamar por un cambio profundo del que el Estado, en este caso en CABA, debe hacerse carne.

Como agregó Livingston: “sí, seguramente todos los controles y papeles para construir están bien, pero esto es el menú no la comida, es el mapa, no el territorio”, dejando entrever una cadena de probables complicidades, dejadez, dejar pasar dejar hacer, todo en función de negocios sin tomar en cuenta tiempo, lugar, forma, consecuencias para los vecinos, total como dijo el ingeniero Mauricio Macri, luego se desdijo, “sólo hay un desaparecido” (antes de encontrarse el cuerpo del infausto adulto mayor).

Si no se reflexiona sobre estos aspectos sistémicos de esta barbarie con imagen de “modernidad” o “posmodernidad” todo intento de cambio en otros campos, puede que caigan en saco roto.

“En otros países, como Venezuela –señaló Livingston–, si va a realizarse un edificio en una cuadra, no sólo el Estado autoriza burocráticamente la obra, sino que se consulta a los vecinos si la aceptan o no”. ¿Cuántas veces un edificio, no sólo perjudicó las propiedades linderas con rajaduras que aún con amparo judicial lleva años resolver sino que eliminó árboles y plantas que son parte de un paisaje imprescindible, los ya casi desaparecidos “pulmones de manzana”?


“‘Los pájaros que se vayan a otra parte’ razonan los mercaderes ambiciosos cuando se les señala a dónde con tanto vidrio y cemento irán a parar esos habitantes que tanto alegran nuestras vidas con su canto y sus vuelos”, vuelve a cargar Livingston contra los autómatas del dinero rápido, mucho y con tasa de ganancia espectacular.


Es tiempo de que reflexionemos, accionemos, digamos NO ante esta contradicción que es querer profundizar cambios en lo social, la solidaridad, la ayuda, con unos edificios que nos tapan cada vez más más el sol y el verde de la vida, pensando sólo en unos verdes que poco y nada tienen que ver con eso. R.S.

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