lunes, 14 de noviembre de 2011


¿Lo nuestro o
lo de afuera?


No por discurso xenófobo ni ultramontano, ni por no reconocer que este mundo global está interconectado como nunca, la pregunta es si la desterritorialización “natural” de producciones, modos y costumbres, que vivimos desde los 80 y 90 del pasado siglo, no excluye nuestras tradiciones que, aún en desventaja presencial, siguen siendo esencia de nuestra historia como Nación.

Hace unos días, el pasado 31 de octubre, la fiesta de Halloween de origen celta (”Noche de brujas”) inundó como hace años lo viene haciendo, bastante consistentemente, el ánimo festivo, también comercial, sobre todo de niños y algunos mayores. Puede gustar o no, puede ser indiferente o no, pero el hecho existe.

El interrogante es si desde nuestra historia, por ejemplo, de este noviembre los dos hechos destacables de nuestra nacionalidad se conmemorarán y festejarán con el mismo entusiasmo, amén de los a veces excesivamente formales aunque imprescindibles actos escolares.

El 10 de este mes se conmemoran el “Día de La Tradición”, en honor al nacimiento de José Hernández, autor del “Martín Fierro”, y el 20 el “Día de la Soberanía”, en honor a los que lucharon en la batalla de la Vuelta de Obligado en 1845 contra el bloqueo y usurpación anglo-francés de nuestros ríos .


La presencia de internet, los medios masivos, dominados buena parte de ellos por las cadenas norteamericanas y europeas, la tevé con programas diversos, también infantiles, que llegan cada día a nuestras casas con castellano “neutro”, y tantas mercancías estandarizadas como hamburguesa de famosa cadena yanqui, por momentos son abruimadoras.

El tema no es que no existan ni se exprese una diversidad siempre valiosa, si no que también lo nuestro, nuestra historia, nuestras producciones artísticas y culturales, argentina y suramericana, ocupen el lugar que se merecen siendo marca firme de nacionalidad en el concierto mediático, lo que también reafirma el respeto hacia todas las culturas y tradiciones de todas las naciones del mundo.

Los pueblos que no pueden reconocer y reconocerse en su historia, su cultura, su arte, se condenan a no saber quiénes son hacia dónde van y qué seguirán siendo. Porque pintar la aldea propia es también estar pintando el mundo. R.S.

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