jueves, 26 de agosto de 2010

LA ALDEA DE LA LECTURA

Sálvese quien

Pueda

*Laura Banfi

Ni crucifijos ni ajos ni cintas rojas. Para estar a salvo, sostienen algunos, leer nos mantiene a salvo. ¿Cómo es esto? ¿De qué modo la lectura puede servir de escudo protector y engañar, incluso, a la muerte?

Vamos por partes. Primero pensemos qué es leer. Leer es más que descifrar códigos (como la escritura), es un proceso en el que interactúa el lector con el texto. Sí, leyó bien, más que con el autor, el lector se relaciona con eso que ha producido el escritor: el texto. Y como si cobrara vida, el texto nos da pistas a los lectores para que descubramos algo que va más allá de lo que el texto dice. Cuando leemos, entonces, en realidad construimos un sentido que supera lo que el escritor pretendía darnos como mensaje. Se lee y se piensa, se imagina, se compara con otras cosas vistas o leídas.

En segundo orden, hay varios tipos de lectura. La lectura lineal que empieza en la página 1 y sigue el orden propuesto de un libro es la más tradicional. Pero existen cada vez más las lecturas transversales, las que ocurren cuando se lee por Internet y que permiten que el usuario (y no es menor la denominación, la de usuario, más que lector) salte de una página a otra buscando ampliar la información o precisar un detalle.

Las nuevas tecnologías de información están cada vez más al servicio de un lector que busca fragmentadamente la información y se construye una propia. Inclusive la lectura está muy relacionada con la escritura: los blogs y en general toda información digital que circula en la web permite hacer comentarios, incluir, omitir, en definitiva crear permanentemente en base a nuestros intereses los textos. De este modo, hoy se prefiere hablar de escritura colaborativa, de un lector inquieto.

En tercer lugar, existe todo un debate acerca del tema de la lectura y de si los nuevos formatos que ofrece la tecnología (e-books o libros digitales) van a modificar negativa o positivamente los hábitos de la lectura y la escritura.

Por ahora, el formato de libro en versión papel resiste, y el libro sigue siendo un objeto preciado por muchos. Y con el libro, el ritual de, teniéndolo en las manos, sentir el papel y su olor, de pasar la mano por las letras impresas y sentir emoción sobre ese acto persiste. Póngase usted del lado que prefiera, pero sepa que el acto de leer (y escribir) va a modificarse en el mediano y largo plazo como consecuencia del avance tecnológico y del abaratamiento de los costos de los nuevos dispositivos digitales como los e-books.

En cuarto y último lugar, si reflexionamos porqué o para qué leemos, podemos encontrar causas distintas. Leemos para no estar solos, para divertirnos, para aprender, leemos porque otros nos piden que leamos, con ganas o sin interés. Pero la lectura, y esto permanece sin cambios, es una llave para abrir y entrar, de algún modo, a otros mundos. Por la lectura somos uno y otros, leer nos da la clave de otras vidas, de la nuestra y de las que no tenemos o nos gustaría tener. Por la lectura entramos en contacto con otros, nos relacionamos con lo distante, con lo distinto, con lo ajeno.

Leer es un acto también de creación, y somos un poco dioses asistiendo y fabricando mundos. Hasta podríamos decir, entonces, que entramos por la lectura en un “no tiempo”, casi en un espacio de inmortalidad.

Es en este sentido que el que lee está, mientras lee, a salvo(al menos por un rato). Sálvese quien pueda, entonces.

*Docente Especializada en

Ciencias de la Comunicación

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