domingo, 20 de junio de 2010

LA ALDEA DE LOS ACONTECIMIENTOS


Otro Mundial


Cuando esta revista ande caminando por las calles el Mundial ya estará, ya está, entre nosotros.

Futboleros y no futboleros se identificarán con la celeste y blanca, y los de otros países con su equipo, como identificando las glorias y derrotas históricas con el Campeonato que existe cada cuatro años.

Esta vez, al menos desde una percepción personal, en nuestro país se siente diferente.

Los festejos del Bicentenario, la puja por que las cosas cambien más aún, rodean el clima eminentemente futbolero con aditamentos que no han sido su característica más común.

Que las Abuelas de Plaza de Mayo anden por Sudáfrica apoyando y siendo apoyadas por el equipo de la Selección Nacional y que Diego Armando Maradona dirija el equipo de la siempre esperada esperanza, no es algo común.

Como que la historia política y social de los argentinos de estas últimas décadas se condensa en sus hechos destacados para pegar un salto, donde el Mundial, en este caso, es otro escenario, aunque claramente, no deje de ser lo que es desde siempre, pero con otra tonalidad.

Pareciera que el triunfalismo y el exitismo históricos de los argentinos en estas lides ha dado como un paso al costado sin desaparecer, pasando de figura a ser fondo. Como que esta vez lo principal no es solamente ganar la Copa sí o sí, sin renunciar, repetimos, a las ansias de quedarse con el título. Hay algo más, quizá difícilmente explicable.

Algunos agoreros, nunca van a faltar, dirán como siempre que no hay nada nuevo bajo el sol y que todo es pan y circo. O que todo le sirve a los políticos de turno para tapar problemas diversos, para entretener a las masas, como si los pueblos no siguieran viviendo la cotidianeidad. En esto, suponiendo que se pudiera, la pregunta es cómo se haría para impedir que la pasión de multitudes recule o desaparezca. Inviable.

Hace unos días, un sedicente filósofo habló de “futbolismo” como una enfermedad diagnosticada por él que aqueja por este tiempo a nuestra sociedad.

Es gracioso que desde algún pedestal, real o intelectual alguien pueda “diagnosticar” a los otros sin poder verse a él mismo. Con el mismo criterio diagnosticador, un amante de la pasión de multitudes podría acusar de “filosofismo” (si lo hubiera) a los que se atreven a “filosofar” haciendo juicios de valor sobre las preferencias históricas de los pueblos desde el lugar de superados.

El fútbol, pasión de multitudes, vil negocio, lugar de siniestros grupos o muestra de creatividad suprema por el juego mismo, está inserto en este país, y en el mundo, para mostrar, otra vez, que al menos una parte de la humanidad, a pesar de todo, puede darse un respiro para seguir luego pujando hacia adelante.

Roberto Sánchez

Psicólogo Social

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