martes, 11 de agosto de 2009

LA ALDEA DE LA RECETA- CUENTO
Rita, su
hermana
y yo

Por Marta Rodríguez*


Rita era mi amiga del alma. Rita tenía una hermana mayor. La hermana mayor de Rita era hermosísima. Rita me contagió su fervor ante la belleza de su hermana. Rita y Yo decidimos mirarla y admirarla por siempre jamás.
A pesar que le habíamos dedicado gran parte de nuestro tiempo, ella nos ignoraba. El maltrato al que nos sometía, no hacia mella en nuestro entusiasmo.
Cierto día le preguntamos por qué brillaban tanto sus ojos. Muy seria nos dio la receta: –Toman un trozo de cáscara de mandarina, hacen un doblez y, como si fuera una pinza, aprietan y dejan que el jugo les bañe los ojos–. Le hicimos caso. De sólo pensar, todavía me arden.
La hermana de Rita tenía lo que para ella era un tesoro. Nos tenía prohibido acercar nuestro cuerpo, y en especial nuestras manos. Por supuesto habíamos decidido no acatar la orden.
En el dormitorio que compartían, estaba el rincón de tal maravilla, o sea, la raíz de nuestro desvelo. Un gran espejo con cuatro luces - custodiaba una legión de perfumes y cosméticos prolijamente alineados.
Siempre hay una tarde propicia para desplegar fantasías y, en esa tarde de verano, con el sol derritiendo el asfalto, quedamos en la casa solas.
El imán guardado celosamente, salió a la luz.
Comenzamos con una generosa base de crema. El colorete puso fuego en las mejillas. La sombra de ojos tiñó los párpados de añil. El lápiz labial, desbordado, trabajó en un desprolijo revoque grueso color rubí.
Fue una gran fiesta, hasta que el chirrido de la puerta trajo vientos de hielo, a pesar del calor.
Nos zambullimos debajo de la cama. Tony, el perro de Rita, se acomodó a nuestro lado. Lo abrazamos en busca de cobijo.
¡Mamá, mirá lo que hicieron! gritó la hermana de Rita.
Dos pares de zapatos de tacón alto, cercaron nuestro refugio. La situación se ponía fea.
Salgan de ahí, o traigo la escoba
Salimos los tres, caminando en cuatro patas.
El lápiz labial blandía en la mano de la hermana de Rita, que había mutado el grito en llanto.
Las mato a estas mocosas, mamá, yo las mato .
–Marta, ya te vas a tu casa .
La mamá de Rita estaba muy enojada; era la primera vez que no me llamó Martita.
Rita y Yo nos miramos sorprendidas. Hicimos un gran esfuerzo por no reír. El miedo estaba ahí, al lado nuestro. Pero... era tan cómica nuestra cara lamida, que tuvimos que esforzarnos para no recibir un cachetazo.
Sin decir una palabra, Rita y Yo nos hermanamos en aguantar el chaparrón y la risa.
Receta
Caramelos de Mandarina
(Gentileza de Marta Morgavi)

Sobre un mármol untar con aceite neutro. Colocar los gajos de mandarina. Preparar caramelo con azúcar humedecida. Cuando toma color bañar los gajos y dejar enfriar.
Como dijo Marta: “¡Chuparse los dedos!”

*Maestra cocinera y cuentista

No hay comentarios: