martes, 30 de junio de 2009

LA ALDEA COLECCIONABLE
Historia Nuestra
La Revolución Argentina:
El Estado autoritario - “La noche de los bastones largos”

Una junta revolucionaria, formada por los tres jefes de las Fuerzas Armadas, depuso del cargo al presidente Illia, dio a conocer las “causas y objetivos de la Revolución Argentina”, y colocó en el sillón presidencial al general Juan Carlos Onganía.
Éste contó desde el principio con el apoyo pleno de las Fuerzas Armadas y una suerte de consenso nacional, que le permitió anunciar que su gobierno no tenía plazos para realizar los cambios necesarios para lograr la paz y estabilidad económica.
Desde el principio, el gobierno fue marcadamente autoritario. Un Estatuto de la Revolución Argentina condicionó la vigencia de la Constitución Nacional, disolvió el Congreso, suspendió las legislaturas provinciales y la actividad de los partidos políticos, así como los gobernadores, los intendentes, los jueces de la Corte Suprema de Justicia y los procuradores fueron separados de sus cargos. Se ejerció una severa censura sobre diarios y libros y mediante un acto policial se acabó con la autonomía universitaria.
En 1967, el gobierno puso en marcha “el plan económico de estabilización y desarrollo” a cargo del ministro Krieger Vasena, que era un técnico vinculado con los centros financieros internacionales. La medida más espectacular fue la devaluación del 40% del peso moneda nacional (1 dólar=350 pesos), el ministro alegó que como esta era una devaluación anticipada, por eso el porcentaje era mayor al necesario, pero así esperaba “reducir paulatinamente las presiones inflacionarias… contra nuestra moneda”, lo que contribuiría a la reactivación del país.
Además estableció retenciones a las exportaciones y disminuyó los aranceles a las importaciones. Decretó la suspensión de las Convenciones Colectivas de Trabajo, que permitían que los trabajadores discutieran mejoras salariales con los patrones por rama de actividad. Otorgó un aumento de salario del 15% para la actividad estatal y privada anunciando que sería el último hasta diciembre de 1968. Al mismo tiempo, firmó un acuerdo de precios con 85 empresas a cambio de créditos bancarios y ventajas especiales.
Las medidas del plan contaron con el apoyo de amplios sectores del capitalismo nacional y tuvo la aprobación de los organismos financieros internacionales, que se tradujo en el otorgamiento de créditos. A pesar de la efectiva estabilización económica, expresada en el control de a inflación, el plan generó un profundo descontento en vastos sectores sociales.

La noche de los bastones largos

En julio de 1966, el general Onganía puso fin a la autonomía universitaria con el objetivo de “prevenir a la sociedad de las influencias perniciosas de la infiltración comunista en las casas de altos estudios”
Intervino todas las universidades y prohibió las actividades de los centros de estudiantes que, en general, eran opositores al gobierno. Alumnos y profesores ocuparon la Facultad de Ciencias Exactas, por entonces sita en la Manzana de la Luces, demandando la anulación del decreto de Onganía.
Ante esto las fuerzas policiales rodearon la Universidad e intimaron el desalojo. Después de algunas deliberaciones el decano Rolando García decidió salir sin resistencia.
Alumnos y profesores salieron con los brazos en alto y cantando el Himno Nacional entre la Guardia de Infantería que, en doble fila, los reprimieron con dureza, a golpes de bastones, culatas de fusil, patadas e insultos. Con un resultado de 15 heridos hospitalizados y 200 detenidos. Un hecho que da cuenta de la violencia fue la destrucción de “Clementina”, la primera computadora del país, que puso fin a un proyecto científico de excelencia, al igual que otros proyectos que concluyeron abruptamente.
Como respuesta a la intervención, renunciaron todas las autoridades, muchos de los profesores y del personal técnico y no docente de la universidad. Inclusive, 300 investigadores debieron abandonar el país para continuar con su trabajo, lo que constituyó la primera fuga de cerebros y una pérdida invalorable para

Prof. Isabel Rodríguez

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