sábado, 8 de marzo de 2008


LA ALDEA PSI
La infancia medicada
Por Cecilia Zulueta*


(*Psicoanalista) En mi trabajo con niños veo con creciente preocupación una tendencia a calificar los sentimientos y conductas diferentes como enfermedades y como tales , en hacerse merecedoras de un remedio... Psicofármaco.

Esto, que en personas mayores ya es un hecho, es lo que hace que los adultos mayores estén excesivamente medicados y casi nada felices o activos. Si están tristes, se los ve “deprimidos”; si están inquietos, “ansiosos”; si la soledad y el desamor no los deja dormir, son “insomnes”. Los consultorios para la tercera edad son “recetatorios” (valga el neologismo) Todo tiene su pastilla …¿será su solución?

El niño, ese ser maravilloso, lleno de potencialidades, abierto a la curiosidad y a la creación, ávido de incorporar símbolos, es ahora alguien que debe ser puesto “en caja”. Esto quiere decir, entrar en el molde prefijado de lo que de él se espera. Si bien es cierto que ése ha sido siempre el papel de la educación, tanto familiar como social, en los últimos años “la caja” en la que debe entrar el niño es cada vez más prefijada. Eso sí, llena de celdillas que son obligaciones, horarios, responsabilidades, fútbol, computación, idioma, baile, asistencia a la escuela en cualquier estado, etc., está delineada no sólo por los deseos y necesidades de los padres sino por los de la escuela. Tanto unos como otros no acompañan al niño en el descubrimiento de sus capacidades y deseos sino que imponen el modelo.En este contexto todo lo que el niño haga de diferente será catalogado de dis-funsión o enfermedad y por lo tanto será medicado o, peor aún, recomendado para una escuela especial.Tomo las palabras de Juan Carlos Volnovich: “La psicología infantil y el psicoanálisis que en el siglo XX hicieron gala de un marcado carácter innovador y progresista (antiautoritario, tendiente a reconocer y a respetar a los niños como sujetos de deseo y sujetos epistémicos) han venido perdiendo su destino para dar paso a un sistema que reclama niños aptos, adaptados y obedientes”.(1)


Si el niño se siente perdido en un curso de 40 alumnos a cargo de un solo maestro que no lo identifica y propone tareas iguales a las que todos deben responder de modo igual, será catalogado en el DSM IV (2) como alguien que padece un ADD (Trastorno por Déficit de Atención) y será medicado con Ritalina.Si el niño está agotado de tanta actividad reglamentada o no le gusta el fútbol por lo que discute el tema con su papá y se enoja porque no lo llevan a la plaza o tiene una pataleta el cuadro será ODD ( Trastorno Negativista Desafiante) y la pastilla que lo cura: la Atomoxetina.Si está triste porque se murió su abuelo o se le escapó el perro que tanto quería, no habla y se tira en la cama…está “deprimido”, hay que darle algo que “lo levante. La lista es grande.“La industria farmacéutica, los laboratorios que producen psicofármacos, por ejemplo, han puesto lo mejor de sí para construir una infancia como segmento de público potencialmente consumidor”(1).

Esta respuesta “médica”, “química” a las dificultades, angustias, sentimientos y pasiones que tiene nuestra vida humana puede tranquilizar a los padres y maestros pero va creando una generación de personas inmaduras, incapaces de sobrellevar la vida, candidatos firmes a las adicciones, sujetos sometidos al pánico frente a lo nuevo, frente al ocio.

El ocio, ese espacio que para los griegos era la posibilidad de la creación, que para los niños es el lugar del juego en su expresión más libre, que para el adulto debiera ser el refugio placentero, se convierte cada vez más en el terrible enemigo que produce pánico.

Es cierto, los niños como los jóvenes o los adultos a veces son desatentos, a veces son contestadores, un poco trasgresores o muy desordenados, a veces repetidores o brillantes, un poco de todo y alternativamente, y ante la dificultad de comprenderlos o escucharlos se los etiqueta con diagnósticos simplistas y se los adormece con medicamentos.

No quiero con esto culpar a padres o maestros que, llevados por la mejor buena voluntad, leen artículos al respecto en publicaciones de periódicos o en internet que se encargan, justamente, de mostrar “lo último en Psicología infantil” diagnósticos simplistas del DSMIV, sino alertarlos acerca de la peligrosidad de resolver todo en el campo de la química .Y es mi deseo llegar a mis colegas psicólogos o médicos con una preocupación compartida en buscar otros modos de solucionar los problemas que no sea responder ciegamente a las demandas del sistema, porque los daños se verán cuando sea tarde, si no, mereceremos la frase de Groucho Marx: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados”. “Dele a su criatura metilfenidato –ese derivado anfetamínico: la ritalina– para que deje de joder con la pelota”.(3)

(1) Juan Carlos Volnovich. “Atentos,obedientes,resilientes: las trampas de la adaptación.
(2) http://biblioteca.consultapsi.com/DSM/Dsmadd.htm.
(3) Alberto Sintiere. “Infancia medicada”.

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