*Por Roberto Di Vita
Recuerdos de Don José de San Martín, Libertador de Argentina, Chile y Perú
El general no está en su mejor tiempo. La calentura que lo consumió en los parajes del Tucumán, en Mendoza y en los ariscos Andes del Sur Americano no lo abandona. El tiempo de reposo y cura en la estancia de un amigo cordobés quedó muy atrás.
A veces escupe rojo y los pulmones y el alma se le van en cada tosida.
En medios de sus vigilias ve la imagen, de un adolescente casi quince años, y ya Capitán peleando como dinamitero contra las huestes de Napoleón, en suelo español, se ve como otro muchacho, soportando el sol abrazador africano y realizando grandes marchas.
Sueña que está en los Buenos Aires y su organización secreta, la Logia Lautaro, lo hace entrar en los salones porteños, junto con Alvear y Las Heras.
Tiene que bailar en los salones de los Escalada y se prenda de una jovencita, que lo embelesa y le declara su amor y muy pronto se casa con ella.
El general no está en su mejor tiempo. La calentura que lo consumió en los parajes del Tucumán, en Mendoza y en los ariscos Andes del Sur Americano no lo abandona. El tiempo de reposo y cura en la estancia de un amigo cordobés quedó muy atrás.
A veces escupe rojo y los pulmones y el alma se le van en cada tosida.
En medios de sus vigilias ve la imagen, de un adolescente casi quince años, y ya Capitán peleando como dinamitero contra las huestes de Napoleón, en suelo español, se ve como otro muchacho, soportando el sol abrazador africano y realizando grandes marchas.
Sueña que está en los Buenos Aires y su organización secreta, la Logia Lautaro, lo hace entrar en los salones porteños, junto con Alvear y Las Heras.
Tiene que bailar en los salones de los Escalada y se prenda de una jovencita, que lo embelesa y le declara su amor y muy pronto se casa con ella.
Ve dos batallones, dos escuadras de flamantes granaderos creados por él, que con miedos, disciplina y arrojo, despedazan a toda una escuadra de saqueadores realistas en las costas de San Lorenzo, a orillas del Río Paraná.
Río Paraná por donde otro patriota suyo, enarbolara por vez primera, una bandera de celeste y de blanco, que los distinguiera para siempre de los maturrangos ansiosos de poder.
Está en la Lima de los otrora virreinales de las fastuosidades y el centro del poder colonial, pero el general logró desembarcar en El Callao a fuerza de coraje patrio, luego de ganar las batallas de San Lorenzo, de Chacabuco, de Maipú y de ese lugar.
Río Paraná por donde otro patriota suyo, enarbolara por vez primera, una bandera de celeste y de blanco, que los distinguiera para siempre de los maturrangos ansiosos de poder.
Está en la Lima de los otrora virreinales de las fastuosidades y el centro del poder colonial, pero el general logró desembarcar en El Callao a fuerza de coraje patrio, luego de ganar las batallas de San Lorenzo, de Chacabuco, de Maipú y de ese lugar.
Se repone de la fiebre y piensa que… Los señoritos de abajo, del centro y de arriba, no entendían de penurias, sólo piensan en sus cofres, en el bendito comercio, en las cabezas de ganado, en el cuero o el tasajo que no podían mandar libremente a los consumidores de esclavos del Caribe.
¡Los señoritos, los ganaderos y comerciantes! ¡Cómo los conoce el General En un tiempo le abrieron todas sus puertas, pero cuando se alejó y la presión de la incertidumbre reinó sobre estos lugares, le fueron retaceando su apoyo de a poco. Sólo unos fanáticos y convencidos como Pueyrredón, le mandaban lo que necesitaba a costa de imposiciones de grandes broncas y descontentos.
Allá está en Guayaquil, reminiscencia de la Colonia. El clima no es su aliado, como no lo son las noticias que llegaron de los Buenos Aires.
El fervor del moreno jacobino Monteagudo, lo usan como blanco en su contra. El General no está en su mejor tiempo y él lo sabe.
Sin quererlo y con mucha tristeza, tendrá que dejar el juego para que lo prosiga otro, coronado de gloria que viene del norte y que dentro de algunos años también se perderá en un “laberinto” de incomprensión.
La nota que le dejó su secretario esa madrugada lo dice todo. Le llegó del Sur, pasó por decenas de postas y corrió azarosos caminos.
Hoy 23 de mayo de 1832, la tiene un agente inglés. La misma nota que decidió los resultados de la entrevista de Guayaquil. Entre ajados papeles y el polvo del tiempo, los últimos libertarios de este territorio le hemos recuperado.
Hoy 12 de noviembre de 1832, estamos conspirando para ofrecerle el Directorio del Río de la Plata, a este correntino americano antes que parta hacia la diáspora definitiva.
¡Los señoritos, los ganaderos y comerciantes! ¡Cómo los conoce el General En un tiempo le abrieron todas sus puertas, pero cuando se alejó y la presión de la incertidumbre reinó sobre estos lugares, le fueron retaceando su apoyo de a poco. Sólo unos fanáticos y convencidos como Pueyrredón, le mandaban lo que necesitaba a costa de imposiciones de grandes broncas y descontentos.
Allá está en Guayaquil, reminiscencia de la Colonia. El clima no es su aliado, como no lo son las noticias que llegaron de los Buenos Aires.
El fervor del moreno jacobino Monteagudo, lo usan como blanco en su contra. El General no está en su mejor tiempo y él lo sabe.
Sin quererlo y con mucha tristeza, tendrá que dejar el juego para que lo prosiga otro, coronado de gloria que viene del norte y que dentro de algunos años también se perderá en un “laberinto” de incomprensión.
La nota que le dejó su secretario esa madrugada lo dice todo. Le llegó del Sur, pasó por decenas de postas y corrió azarosos caminos.
Hoy 23 de mayo de 1832, la tiene un agente inglés. La misma nota que decidió los resultados de la entrevista de Guayaquil. Entre ajados papeles y el polvo del tiempo, los últimos libertarios de este territorio le hemos recuperado.
Hoy 12 de noviembre de 1832, estamos conspirando para ofrecerle el Directorio del Río de la Plata, a este correntino americano antes que parta hacia la diáspora definitiva.
*Periodista - Poeta
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