jueves, 12 de marzo de 2009

LA ALDEA PANORÁMICA
La incertidumbre
y las certezas


La situación económica es y parece una cosa para los que están en una parte de la pirámide social, y otra muy diferente para los que están en otro lugar de la misma. También es diferente, si esta “realidad” se la percibe fundamentalmente desde lo que los grandes medios corporativos exponen, cómo lo exponen, y la realidad de la calle, con sus buenas y sus malas.
Una mirada que se intenta imponer desde los grandes medios de la Argentina hoy es, por ejemplo, la idea de que la “sensación” de incertidumbre que viene por lo económico global hacia nuestro país en algo tiene responsabilidad la economía nacional, y, si no la tiene, que la respuesta que se está dando nos “aísla” del mundo, y que por eso lo que se viene es de lo peor. Pero poco dicen estos multimedios acerca de que la actual crisis financiera mundial, desde la misma y evidente sincera óptica del primerísimo Mundo, se vaticina como aún más difícil que la del crac de 1929.
El razonamiento para desandar esta falacia que exculpa lo externo en favor de culpas internas es simple: si desde afuera todo se vuelve turbulento, ¿no es sensato cerrarse un poco para que no entre lo que puede ingresar para desorganizar y desandar nuestro recorrido? De nuevo aquí la clave: ¿qué es lo “nuestro” y para quién?
Por su lado, la palabra “sensación”, aplicada a los niveles de inseguridad, excesivamente repetida y bastardeada desde los grandes medios a partir de hechos reales, no se sabe si preparados o casual-causalmente disparados, confunden y generan verdadera incertidumbre. El gobierno, por momentos, también excede con su aplicación.
Mientras, los principales noticieros en los horarios centrales en la TV abierta parecen transmitir en “cadena” una sola “realidad”: todo es delincuencia, todo es violencia, “todo está mal”.
Claro que los hechos delincuenciales repudiables existen, ahí están las víctimas y sus deudos, casi nunca probados si tienen que ver directamente o no con algún tráfico ilegal. Así como también ahí está el rating y las opiniones de personas famosas pero nada especialistas en el tema.
Susana Giménez, otrora en proceso por la supuesta compra anómala de automóviles lujosos, reclama “matar al que mató”, y Sandro, apoya esos dichos aunque repudiando la pena de muerte. Ninguno ve, ni probablemente pueda ver, acerca de que esta violencia instalada, es la consecuencia de múltiples causas, o quizá una causa, y que la misma cambiará de fondo sólo cuando se ataquen sus orígenes.
Igual, todo ayuda a tirar piedras contra el Estado que, en este aspecto, resulta y aparece más ineficiente de lo que realmente parece.
El contexto de desempleo y falta de destino volvió a ahondarse en el último año según datos privados, y cambiar esto es un trabajo más profundo y a más largo plazo que redistribuir el ingreso, que además se verifica lento. El tema es político, económico, cultural, ideológico y social.
A su vez, la salida represiva dura a esta violencia, diseminada como la respuesta “natural” entre los más damnificados y consternados, ya hay experiencia internacional en ello, no encuentra salida más que en una espiral que no termina. Al Estado no le queda otra que trabajar a mediano y largo plazo y al Poder Judicial, como le reclama el Ejecutivo, que cumpla su rol en tiempo y forma.
A su vez, la incertidumbre también repercute en el menor consumo con consecuente retraccción del mercado interno, lo cual también refuerza la sensación de grave crisis en la cabeza de millones, confirmada por los datos que van llegando de la encrucijada del capitalismo global. Un dato a favor para nosotros: tenemos varios “master” hechos sobre crisis, y hemos sabido y podido, no sin grandes pérdidas y dolores, a sobrellevarlas. A este fenómeno algunos psicólogos le llaman capacidad de “resiliencia”. Y es más, hasta algunos pudieron aprovechar la misma por nuevas oportunidades.
Igual, las ideas conservadoras en lo económico arrastran ideas de tal signo en lo político (“este gobierno es lo peor de lo peor”) y en lo ideológico (“el que mató, debe morir”), y se expanden como punta un malestar social que se encarna más que nada en las clases medias, a pesar de que algunos sectores han mejorado sus ingresos en estos años, y que buscan, por vías rápidas, salidas eficientes y mágicas. Y magia, no hay.
Hasta algún trasnochado pretende apelar a las malas pesadillas diciendo que “en esa época (de las dictaduras militares) no había delincuencia en las calles”. Claro que no, el Estado era eso, un Estado delincuencial terrorista que había avasallado la Ley Fundamental de la República y se erigía como onmímodo poder.
Esta minoría sin cabeza, que no tolera los tiempos de la democracia, niega cómo al país y al mismo Estado en esas épocas de horror se lo enajenó y endeudó delincuencialmente, con los delitos de lesa humanidad de 30 mil ciudadanos desaparecidos que ahora el Estado se impone juzgar.
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Volviendo al presente, al par de la incertidumbre social y económica, en lo político, al gobierno las cuentas macroeconómicas le cierran y lo esgrime como sostén. Mientras, la oposición, trata de unificarse con el golpe mediático de que “todo está mal”. Lo dicen en forma amnésica porque “olvidan” que en 2001 el ex presidente De La Rúa salió en helicóptero por los techos de la Casa Rosada, dejó un tendal de más de 30 muertos en la Plaza de Mayo, con decreto de Estado de Sitio y la confiscación de los depósitos de los ahorristas por parte de los bancos; así como meses más tarde, otro hábil aunque incómodo presidente Duhalde apuraba las elecciones porque la represión desatada ante el “que se vayan todos” no aplacaba las ansias de un cambio democrático, que recién comenzó en 2003.
Esta oposición política hoy, con el consenso de las patronales campestres que otra vez amenaza con volver a ocupar las rutas ante la ruptura de acuerdo con el gobierno de Cristina Fernández, apunta a ocupar su espacio en octubre, y perfila como anuncio la derrota del kirchnerismo en Catamarca, a pesar de la evidente merma de votos para los triunfadores respecto de elecciones anteriores.
Mientras, en la ancha avenida de lo popular, progresista, no se olvida a los millones que aún siguen sumergidos debajo de la línea de pobreza ya los que dificultosamente les llega tanto la ayuda oficial como privada, salvo en catástrofes, como la de Tartagal.
Tales sectores, más la antedicha clase media “nerviosa” y atemorizada, miran hoy sin atractivo la pelea electiva que les resulta ajena, salvo en la consecuencia de mengua para sus bolsillos. De hecho, terminan repudiando, por acción u omisión, a la política y a los políticos, lo que refuerza sus reclamos centrados en la bronca y/o la desesperación.
La sociedad no es la misma que en los ’90, pero hereda un formato de vida consumista, vacío y adictivo, y de exigencia de resolución mágica de los problemas, aunque la situación no es la misma que en 2001-2002.
Lo cierto es que al progresismo y lo popular le cuesta bastante convencer de que esto es mejor que cualquier experiencia anterior (ya han pasado 5 años de gobierno K), aunque sea mejorable, y se instala un discurso posibilista porque, por ahora, no hay un proyecto superador.
Por su parte, los que apoyan a la oposición y quieren que este gobierno se vaya cuanto antes, por “izquierdista”, por peronista, por soberbio, por lo que sea, y lejanamente no vislumbran que, en este contexto internacional, una restauración conservadora hará más vulnerable nuestra economía y significará un retroceso que hará desaparecer un mínimo atisbo de esperanza de mejoramiento social.
“Zafar” de la crisis global parece difícil, pero alentar el vendaval con políticas de ajuste otra vez, resultaría suicida (ver nota de Alfredo Zaiat, en página 4).
El capitalismo nuevamente muestra la peor de sus crisis, con causantes concretos y consecuencias que quiere exportar hacia quienes no la generaron. A pesar de que la Argentina tampoco es ni fue causante de esta crisis, aquí dentro, algunos nos quieren hacer creer que sí.
Si el olvido histórico de lo vivido hace 8 años atrás persiste, otra vez, probablemente, repetiremos bastante peor aquel destino. Ojalá que no. R.S.

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