miércoles, 7 de marzo de 2012

EDITORIAL

Los límites de lo posible

La economía argentina, atada a la sojización, la exportación de commodities y el reparto dispendioso de concesiones onerosas anteriores a la actual gestión, así como la por demás valiosa ayuda social a los sectores populares, parece mostrar sus límites.

En el contexto de crisis financiera internacional, la tragedia de Plaza Miserere con el tren de TBA del pasado 22 de febrero, la dificultad para resolver el sueldo de los docentes más las desafortunadas palabras de la presidenta respecto de éstos, son signos que inscriben cierta fatiga en el ejercicio del gobierno.

El costado positivo es que nuevamente se ha remozado el debate. Por un lado, aparece la cerrazón de algunos por no querer ver ningún claroscuro en la gestión oficial, y por otro, la crítica, aún dura, de quienes apoyan la misma al par que reclaman definiciones más claras sobre la anunciada profundización del modelo. Siempre están, también, los que nunca nada les viene bien y denostan absolutamente todo lo que venga desde las esferas oficiales.

A la sazón, la segunda parte de las declaraciones del genocida Videla, movierón aún más la indignación por aquel pasado ominoso y que pretende barrer de cuajo este presente democrático disfrazado de “oposición”.

Nadie puede negar que desde 2003 mucho se avanzado en muchos aspectos sociales, ambientales, de promoción científica y tecnológica, en la ampliación de derechos por leyes que benefician a mayoría y minorías, al par que impulsan, sin vueltas el uso de los mismos.

El ciudadano de a pie viene apoyando mayoritariamente las acciones gubernamentales con entusiasmo por diversas razones, pero si en algún momento el reclamo por el mantenimiento y/o ampliación de tales beneficios incluyen el maltrato, empieza a mirar de reojo acerca de hasta dónde llega la posibilidad de ampliación del modelo.

Asimismo, se puede imaginar las presiones de las diversas corporaciones sobre el gobierno, como las supuestas corruptelas y connivencias que afianzan poderes monopólicos amigos. Si a ello se suma cierto deterioro del poder adquisitivo por el efecto inflacionario, moderado pero persistente, esto impulsa una respuesta que nada tiene que ver con la supuesta desestabilización del sistema democrático advertida por los más ultras, sino que refuerza el alerta para volver a corregir un rumbo que parece torcerse.

El tema es que si la “sintonía fina” esbozada con firmeza desde el gobierno y aplicada de manera laxa hacia los empresarios, como lo prueba, por ejemplo, la desinversión en TBA con final trágico, sin embargo, se aplica con riendas tensas para con los trabajadores, en línea recta, el camino se complica.

Muchos se quejan de los paros docentes: es lógico, no tienen dónde dejar los chicos esos días, se pierden días de clase, pero la postura es insolidaria para con quienes educan a sus hijos. No reparan que con apenas 2800 pesos mensuales resulta gravoso cubrir una canasta familiar mínima, realizando un trabajo por demás difícil, complejo y comprometido. Excepciones siempre hay, y hacen también a la regla del contraejemplo: no se puede decir que todos los docentes son “vagos” para relativizar sus derechos ganados por su lugar social reconocido.

La bronca de los docentes ante la desafortunada intervención de la presidenta en la apertura de sesiones legislativas de este año tuvo redundancia previa y posterior: un paro de 48 horas era cumplido en Buenos Aires y de 24 horas en todo el país.
Se abre, de este modo, un año, donde se suman a las complicaciones que no figuran en estadísticas respecto de la escuela pública, el conflicto gremial por el salario.

El Estado, y el gobierno, si es coherente con sus postulados, debe rever urgentemente su política respecto a este tema clave por el presente y futuro de todos los argentinos. R.S.

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