martes, 14 de diciembre de 2010

Sexo, mentiras y Wikileaks

*Por Enrique Lacolla

Hay mucho ruido y pocas nueces en las filtraciones de Wiki-Leaks. Pseudo revelaciones como estas pueden ser un expediente más de los servicios secretos.

Las operaciones de inteligencia son tan viejas como el Estado. Siempre han habido lo que hoy se denominan “servicios de inteligencia”: agencias oficiales o paraoficiales que se encargan no sólo de averiguar las intenciones que pueden tener los gobiernos extranjeros, sino también de difundir rumores, generar equívocos, plantear provocaciones e influir en la opinión pública de propios y extraños a los fines de conseguir determinados objetivos. Sólo que en el pasado esos procedimientos no eran tan cotidianos y de tan pronto impacto como en el presente, cuando se ven facilitados por la masividad y la instantaneidad de las comunicaciones.

En periodismo se denomina “carne podrida” a la información predominantemente falsa pero provista de elementos reales que le dan un tinte de verosimilitud, filtrada con deliberación desde alguna fuente interesada en sembrar la confusión, socavar prestigios o ir preparando el terreno para futuras operaciones, habituando al público a tomar en consideración aspiraciones u objetivos que, expuestos sin veladuras y de sopetón, podrían generar resistencias difíciles de superar.

El escándalo de los “Wiki-Leaks”, de las filtraciones de información presuntamente confidencial que de un tiempo a esta parte vienen produciéndose en Estados Unidos en torno de asuntos que se estima de gran sensibilidad, suscita un poco la sospecha de que podemos estar frente a una operación de estas características. Porque en realidad las filtraciones en general no revelan nada o se abocan a la difusión de chismes que pueden levantarse de las revistas o los periódicos que andan dando vueltas por ahí.

Los funcionarios de las embajadas norteamericanas, como los de tantas otras representaciones diplomáticas, tienden a generar informes –a veces certeros, a veces errados, a veces superficiales o directamente estúpidos–, para justificar su cargo y también para ir creando el colchón de datos donde los analistas y expertos se encargarán de separar la paja del trigo, a los fines de fijar metas en materia diplomática. Claro, siempre y cuando ocurra esto y no suceda que los decodificadores caigan víctimas de la vieja y tan humana tendencia de tomar los propios deseos por realidades, induciendo a su gobierno a cometer errores garrafales de política práctica… O, peor aun, siempre y cuando los agentes no actúen por su propia cuenta y jueguen el juego de comprometer a gobiernos y funcionarios a los que detestan porque de alguna manera no son del todo funcionales a los objetivos que se fijan los servicios y los grupos de presión que ejercen influencia en ellos. Como el complejo militar-industrial o el lobby proisraelí en Estados Unidos.

En el caso de los Wiki-leaks las filtraciones comenzaron con la difusión de videos filmados en Irak por soldados norteamericanos que patentizaban los excesos cometidos por el ocupante. Salvo en el caso de las imágenes de tortura de Abu Ghraib, se trataba de hechos que ya habían sido transparentados por informes de reporteros sobre el terreno. Pero ahora se produce una avalancha de documentos que empiezan a circular por Internet y que van desde los chismes de carácter sexual y las presunciones psicológicas respecto de líderes extranjeros, a la difusión de comunicaciones de carácter “reservado” que pueden resultar embarazosas porque ponen de manifiesto la trastienda de negociaciones y presiones que se ocultan detrás de la política internacional.

¿Hay algo de serio en la “alarma” que estas filtraciones se dice producen en Washington? ¿No se estará buscando una excusa que consienta introducir un mayor poder de policía para filtrar el flujo cibernético? ¿No estará la CIA y compañía presionando por vía indirecta al gobierno de Obama para desgastarlo y para que se pliegue a sus propios designios, sacando a la luz dos o tres asuntos de veras urticantes dentro del maremágnum de tonterías desclasificadas?


*Periodista. Escritor

Nota completa en http://www.enriquelacolla.com

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