jueves, 1 de enero de 2009

LA ALDEA PSI
Cuerpo y vejez

En nuestra cultura las señales que el paso del tiempo va dejando en el cuerpo son evocadoras de displacer, de conflicto o desencuentro.
Sería quizás importante considerar la intersección subjetividad-cultura.
¿Son nuestros adultos mayores valorados como bastiones de la tradición? ¿Como portadores de sabiduría? ¿o eslabones en la cadena intergeneracional?
Más que esto me arriesgaría a decir que se va construyendo una representación social relacionada con padecimientos, achaques, declinación física, sexual, de cambios en los hábitos del sueño o la comida, conformando esta sinonimia: vejez igual a enfermedad.
Podríamos seguir con el listado, decadencia, rigidez, falta de memoria, es decir, lo más parecido a una enfermedad degenerativa, incluso hasta por aquellos que trabajan en los sectores de educación o salud.
Acostumbrados a desnaturalizar aquello que quiere imponerse con visión de certeza, recurrimos a nuestros propios modelos de envejecimiento, es decir, a los viejos que llevamos dentro, padres, abuelos, amigos, y descubrimos cuánto de estereotipia se cierne sobre este discurso.
Sería imposible negar las transformaciones que evidentemente se manifiestan en la estructura y la fisiología corporal, pero sin dejar de pensar que cada sujeto es único, y que en cuanto al proceso de envejecimiento nos referimos, no podemos ingresar en el terreno de las generalizaciones.
Y es allí donde desmentimos esta configuración imaginaria colectiva con respecto a esta etapa y sus efectos en el cuerpo.
El Dr. Leopoldo Salvarezza denomina “viejismo” a este prejuicio. Es decir, juicio previo que se le sobreagrega a toda persona por el hecho de portar años, que resulta estigmatizante.
Esta mirada del otro a través de la dialéctica identificatoria hace mella en el psiquismo individual y va construyendo esta certeza antes mencionada, de allí que sea una etapa tan negada.
P. Ariés el historiador francés dice que la sociedad descansa sobre tres negaciones: la muerte, la vejez y el rechazo de los niños.
Pero sin remontarnos a la historia de la vejez, a cómo en cada etapa se la ha valorado o significado, podemos afirmar que las teorías, los prejuicios, encarnan en nosotros, más allá de que expresemos su rechazo, de que nos resistamos mediante lecturas o la adopción de modelos edificantes.
En realidad, a diario se comprueba que pareciera no existir bálsamo para estas fantasías, incluso, porque hay toda una industria elaborando productos para hacernos sentir cada día más jóvenes y bellos. El intento de detener el reloj, es una de las crisis más conocidas dentro de la mediana edad.
Esto retroalimentado por una cultura que registra un debilitamiento en todos aquellos valores o ideales asociados a fines más altruistas, como la solidaridad, los afectos, la espiritualidad.
Y diría que éste es el gran problema del Adulto Mayor. Ya el Dr. Henry Ey lo decía, el problema de adaptación a esta etapa, pero ahora con el sobreagregado de adaptación no sólo al cuerpo en la etapa, sino a una cultura que ve al cuerpo no como “como una fiesta” decir de Eduardo Galeano como un producto más para ser consumido.
Por ende, al no encarnar ya la belleza, la lozanía, el vigor, la fuerza, que son los rasgos sobreestimados de la época, los cambios que se dan en su cuerpo serán vivenciados con toda eficacia traumática.
Maggie Khun, líder de un grupo de activistas los Grays Phanters, portaba una pancarta que decía: “tocadme, las arrugas no son contagiosas”.
(Nota completa en
http://eleonoracarrazco.blogspot.com/2008/11/cuerpo-y-vejez.html)

Eleonora Carrazco
Psicóloga Social
4922-0206

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