lunes, 3 de enero de 2011

Historia Nuestra
Malvinas, una guerra improvisada

Entre 1980 y 1982 el gobierno militar enfrentó un conjunto de dificultades que debilitaron su capacidad de imponer condiciones al resto de la sociedad.

El sucesor de Jorge Videla, como presidente, fue el general Roberto Viola, que no logró asegurar la estabilidad política y económica buscada.
Éste fue enfrentado por el tercer comandante en Jefe del Ejército durante el Proceso de Reorganización Nacional, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien logró su objetivo de desplazarlo en la presidencia casi un año más tarde.

Quebrado el frente monolítico de las Fuerzas Armadas y ante la crisis económica desatada por la gestión económica Videla-Martínez de Hoz, el régimen militar entró en crisis, debiendo soportar la primera huelga general de la dictadura, el 30 de marzo de 1982.

En este contexto de aumento de la tensión política y social, es cuando entre gallos y medianoches, las Fuerzas Armadas resuelven en un operativo conjunto, recuperar para la soberanía argentina las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, el 2 d e abril de ese año, relegando así a un segundo plano las dificultades internas.

El plan original contemplaba dejar una pequeña guarnición argentina, lo que tornaría injustificable una respuesta armada por parte de Gran Bretaña, y tenía como objetivo reactivar las tratativas diplomáticas estancadas.

Sin embargo el abandono del proyecto y la militarización de la isla, hicieron fracasar las negociaciones que comenzó a desarrollar el secretario de estado norteamericano, Alexander Haig y derivó en la iniciación de las acciones bélicas de la Guerra del Atlántico Sur.

El 2 de abril, al recibir la noticia que “…las Fuerzas Armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta, han recuperado las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur…”, la población se vio entre dos sensaciones contradictorias, por un lado el gobierno militar había reprimido duramente a la población dos días antes, y por otro, la reivindicación de la soberanía en las islas era considerada justa.

Por ello una multitud se hizo presente en la Plaza de Mayo y a la vez que lanzaban consignas nacionalistas y antimperialistas, también pedían un cambio de rumbo en la política del gobierno militar. En los primeros días un clima de euforia se generalizó.

Por otro lado los militares argentinos consideraban improbable que Gran Bretaña entrara en una contienda bélica en un territorio tan alejado, por eso no tenían previsto un plan de defensa de las posiciones que habían sido tomadas.
Sin embargo, la reacción británica no se hizo esperar y enviaron buques de guerra al Atlántico Sur, a la vez que obtenían el apoyo de la OTAN y la solidaridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Los partes de la conducción militar de la guerra de Malvinas siguieron aferrados a una ilusión de triunfo que en los primeros días de junio ya no engañaba a nadie.

Las tropas británicas habían conseguido desembarcar en las islas el 24 de mayo de 1982 y desde entonces avanzaban día tras día gracias a las enormes ventajas tecnológicas de su armamento, al apoyo de la estructura satelital norteamericana y al desastre de la infraestructura y el aprovisionamiento de los argentinos.

La visita del Papa Juan Pablo II al país, que había viajado a Gran Bretaña primero, del 10 al 12 de junio, sirvió a los millones de personas que lo acompañaron en sus misas públicas en Luján y en el Monumento a los Españoles como la certificación de la derrota inminente y, al mismo tiempo, como un consuelo concreto.

El sentimiento de la población transitó esos días desde la euforia a la desmoralización, ya que lentamente los medios de comunicación iban informando con más veracidad lo que pasaba.
En la noche del 14 de junio, después de tres días de terribles combates, el jefe de las fuerzas militares en las islas, Mario Benjamín Menéndez, firmaba la rendición ante su par británico, Jeremy Moore

La derrota de Malvinas aceleró la desintegración del régimen militar comenzando el proceso de apertura democrática que culminaría con las elecciones de octubre de 1983.

Los cambios operados por el Proceso de Reorganización Nacional: como el endeudamiento externo facilitado por la apertura financiera, las empresas y los bancos con intereses transnacionales fortalecidos y concentrados; la destrucción de la industria con la consiguiente desaparición de puestos de trabajo, el descenso económico de la clase media; los nuevos realineamientos partidarios, un peronismo sin conducción y una izquierda endeble producto de la persecución de su dirigencia política y el temor por el terror desatado con las violaciones a los derechos humanos, dejaron al Estado argentino en una posición endeble, que le llevaría muchos años poder revertir.
Prof. Isabel Rodríguez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con el comentario. En esa guerra yo sufri varias Batallas Fue asi Tal Cual Muy Injusto