La conjura de
los libreros
Por Roberto Di Vita*
CAPÍTULO CINCO
Resumen anterior: Las multinacionales del libro contra las librerías locales utilizan todos los medios para copar el mercado, el viejo José y sus amigos organizan la resistencia.
Pablo conoció a Silvina en el barrio de Villa Crespo, en la casa de los turcos ( que no eran turcos, sino árabes) sobre la calle Darwin, entre Muñecas y Martines Rosas.
En el número 145 de esa calle vivían los seis hermanos Fernández, de padre ex boxeador y luego predicador evangélico; el último cuarto de la casa se lo alquilaban a un bombero que luego se hizo policía.
En el 127 se encontraba el conventillo más famoso de la cuadra. Después estaba la casa del lechero, la verdulería de Juan, salteando el 145, la casa de los hermanos Rubén y Roberto Moreno, que salieron de Chacarita Juniors y pasaron por Boca y por Estudiantes de
Precisamente en el umbral de la casa de los turcos, Pablo y Silvina se conocieron, mejor dicho se vieron allí por vez primera.
Fue la siniestra tarde que el tira Meneses, rodeó en los bosques de Palermo al joven delincuente Amadito, el más amado por todos los turcos y lo mató de varios disparos con su pistola 45.
Silvina iniciaba sus primeros pasos en sociología, para un trabajo que se había tomado en la facultad. Pablo quería escribir una nota periodística, para un semanario en calidad de ad honoren, sobre el tema de la violencia de arriba y de debajo en la sociedad.
Amadito se crió en la casa de los turcos, hijo de padres árabes como uno más de los pibes de ese barrio de Villa Crespo. La ambición, las ansias de tener, de figurar y algunos reveses lo depositaron en el camino de la delincuencia.
Mientras tanto, Pablo y Silvina trabajaban cada uno en lo suyo y perfilaban juntos la amistad con el viejo José, el librero más conocido de Buenos Aires y alrededores.
Continuará
( Derechos Reservados ) rrd
*Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario