El menemismo
y la nueva cultura política
“Síganme, no los voy a defraudar”
Carlos Saúl Menen asumió la presidencia en julio de 1989 en medio de una importante crisis económica, por lo cual sus primeras medidas fueron las leyes de “Emergencia Económica” y de “Emergencia Administrativa”.
Los años de su mandato fueron los del “disciplinamiento final” de la sociedad argentina que se habían anticipado con el ”Rodrigazo” y afianzado con el golpe del '76.
Los saqueos a comercios y el vertiginoso aumento de precios vivido en 1989 enfrentó a la sociedad argentina con el temor de la disolución del orden social. Este temor fue fundamental para doblegar las pocas resistencias que quedaban.
Si bien durante la campaña electoral Menem se había presentado como un viejo líder del pueblo peronista, con consignas como las de "el salariazo" y la "revolución productiva" que nada hacían prever sus planes futuros, desde el primer día de su gestión, y en contraste con sus promesas electorales, se ocupó se asociarse a los intereses de empresarios, banqueros y empresas extranjeras. Su ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo aplicó drásticas recetas neoliberales, que dejaron a miles de empleados estatales, técnicos, obreros y pequeños comerciantes y industriales en la calle. En el campo los pequeños y medianos productores se endeudaron y quebraron, sucediéndose los remates de las propiedades rurales.
El crecimiento de la desigualdad y la movilidad ocupacional descendente también estuvieron acompañados por una profunda “precarización y vulnerabilidad del trabajo” caracterizada por la pérdida de la estabilidad, aumento del trabajo “en negro” o informal, aumento del trabajo autónomo o “por cuenta propia” y pérdida de derechos laborales.
Los argumentos utilizados por el menemismo para privatizar fueron: “Las empresas estatales dan pérdidas, son ineficientes y son fuente de corrupción”. Al privatizarlas se desrregularán los mercados, con la consiguiente "competencia", mayor eficiencia y rebaja de las tarifas. Las licitaciones internacionales atraerán inversores extranjeros, con la consiguiente creación de empleos y mejoramiento salarial de los empleados que pasen a la órbita privada. Esos compradores nos pagarán en parte con dinero que se utilizará en aumentar el presupuesto.
El ritmo de privatizaciones fue tan vertiginoso que al cabo de un año casi todas las empresas públicas habían sido transferidas al sector privado. Se eligieron los monopolios de servicios públicos ya que, ante la asfixia financiera del sector estatal, la privatización de estos monopolios tenía la ventaja de aumentar la recaudación de fondos líquidos o la cancelación d e títulos de deuda.
Las urgencias, pero asimismo el déficit de larga data en las capacidades institucionales del Estado, conspiraron contra la formación de agencias regulatorias en condiciones de controlar el poder de mercado de las nuevas compañías privadas y promover políticas de estímulo a la competencia.
Los efectos de estas políticas no se hicieron sentir en toda su magnitud, hasta el año 1998, gracias a la entrada de capitales proveniente de las privatizaciones y los préstamos del FMI y otros Organismos de Crédito Internacional.
En un primer momento el control de la inflación y el regreso a las compras en cuotas generaron una fiebre consumista que creó por un tiempo una ilusión de bonanza, lo cual permitió la reelección del presidente en 1995.
Este segundo mandato le dio a Menem la oportunidad de profundizar aún más el modelo neoliberal que ya venía aplicando. El poder se fue concentrando en el Ejecutivo, anulando el rol del Poder del Legislativo mediante el uso de los decretos de necesidad y urgencia y condicionando la independencia del Poder Judicial.
Prof. Isabel Rodríguez
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