Llegaron visitas
Por Marta Rodríguez*
Era una de las tantas noches de verano: cielo claro, chicharras chicharreando, mosquitos en busca de protagonismo y mucha humedad.
Con mis dos hijas adolescentes solíamos, después de la cena, hacer sobremesa de mates y alguna confitura.
El comedor diario, lugar de la acción, tenía una ventana que daba a la terraza y una escalera angosta, que comunicaba con el patio de
Entre mate y mate vimos entrar como a Pancho por su casa a una regordeta y pequeña integrante de una familia de roedores, posibles habitantes de la casa abandonada lindante a la nuestra.
Como si fuese la estrella de un film de dibujos animados, movía el trasero como decía mi mamá: Para mí, para vos, para ninguno de los dos
No recuerdo, o no quiero recordar, quién fue la autora de la brillante idea: Vamos a gritar
Ahí, en ese instante, comenzó el jolgorio. Las dos femeninas menores de edad, profiriendo gritos de histeria, subieron a la mesa. Gritos y risas.
La pobre gordita huyó despavorida.
El timbre de entrada sonó con insistencia. La ventana, alcahueta alertó a Betty, nuestra vecina. Betty llamó a Luisa, otra vecina, y Luisa llamó a Oscar, otro vecino.
¿Qué ha ocurrido? preguntaban.
Lo acontecido era inexplicable.
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Receta
Esta vez no hay receta.
*Maestra cocinera
08/03/2010
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