martes, 16 de noviembre de 2010

Las tres soledades

*Por Alfredo Moffat

(Revista La Otra Realidad Septiembre 2009) Existen tres clases de soledad, la soledad urbana como incomunicación, la soledad como depresión clínica y la soledad necesaria para construir el diálogo interno como individuación.

La primera se da en las grandes ciudades con el hacinamiento urbano, el otro es un desconocido que nos deja solos. El vecindario, que era la red comunitaria que sostenía a las familias y entrelazaba los vínculos sociales, desapareció en la uniformidad del hacinamiento. Por último la familia, sostén de la subjetividad, involucionó; de la familia tradicional con padres, abuelos, tíos, que constituían un grupo de contención de las ansiedades psicológicas, se redujo a la familia nuclear: padres y uno o dos hijos y actualmente, con la desocupación, el padre deja de proveer y queda la madre jefa de hogar que debe ir a trabajar y los niños quedan a cargo del “tío televisor” que lo instala en un mundo de juegos virtuales que finalmente aumentan la soledad. Nuestra sociedad optó por el modelo del individualismo competitivo, de origen norteamericano, que asegura la soledad y hemos abandonado nuestra cultura criolla que era solidaria y familiera, pero debo aclarar que en nuestras ciudades del interior todavía existe la cultura tradicional y comunitaria. La soledad como angustia psicológica es una vivencia de la clase media y alta, en la cultura de la pobreza la interacción de los habitantes es intensa, las exigencias de la sobrevivencia llevan a una intensa cooperación. En nuestros comedores en las villas, los chicos corren en bandadas, jugando e inventando juegos entre ellos, muchas veces hay hambre pero nunca soledad.

En las grandes ciudades, especialmente Buenos Aires, estamos en “arresto domiciliario” (con rejas y todo) pues la calle se convirtió en peligrosa y ajena. Todo esto nos lleva a construir una cultura virtual, electrónica donde al mundo lo define la televisión. Los niños no juegan si no ven jugar y los adultos no conversamos si no vemos conversar. El chateo y el cyber-sex, nos permite la ilusión del encuentro, donde puede suceder que hayamos seducido a una rubiecita irlandesa y termina siendo un trasvesti del Congo Belga. Mis pacientes del hospital Borda hace años que “chatean” con los marcianos sin necesidad de la aparatología electrónica. Todos estos recursos electrónicos nos dejan más solos que antes porque impiden el verdadero contacto directo y afectuoso que nos saca del sentimiento de soledad.

He vivido en sociedades donde la soledad urbana es aguda, en Nueva York viven millones de habitantes, solos y amontonados, podemos suponer que se podría ser sordomudo y ningún vecino se enteraría, nadie habla con nadie (excluyendo a los negro e hispanos que no pueden evitar charlar y abrazarse) En oposición he conocido sociedades donde es muy difícil experimentar la soledad: en la lejana India y la cercana Bolivia existen culturas de intensa participación comunitaria, la calle es el lugar del encuentro e interacción afectuosa, las calles están habitadas.

La segunda forma de soledad depende de traumatismos vinculares, son los duelos por pérdidas. La muerte de un ser querido o separaciones traumáticas de pareja, dan lugar a depresiones con intenso sentimiento de soledad, pues estas pérdidas nos dejan sin proyecto, como detenidos en el sentimiento de existir porque todo proyecto es con otro y si el otro no está perdemos ese futuro que íbamos a vivir juntos.

La situación de máxima soledad humana es el brote psicótico, cuando se desencadena una psicosis, donde la persona vive la inaguantable ausencia de su propia identidad, se pierde a sí mismo, e inventa un delirio para salir de esa vivencia insoportable pero queda encerrado en los personajes de su delirio.
*Psicólogo Social
Historia Nuestra

El comienzo del fin de la impunidad
Los argentinos ¿fuimos derechos y humanos?

Afines de 1977, el gobierno militar reconoció, aunque no lo difundió públicamente, que había alcanzado la victoria militar en su “guerra contra la subversión”, considerando este combate como el elemento fundante de una nueva legitimidad histórica.
Desde ese momento se intensificaron los conflictos entre los cuadros operativos militares y los altos oficiales, ya que surgieron varios proyectos que tenían como propósito diseñar un plan político para asegurar los objetivos de las Fuerzas Armadas a mediano y largo plazo que incluía el diálogo político.
Para la Junta Militar, el acuerdo con la política represiva era una condición fundamental para identificar a las fuerzas políticas que podrían participar de un nuevo orden.
Estas estrategias para cerrar el tema de las violaciones a los derechos humanos generaron importantes conflictos dentro de las Fuerzas Armadas.
El primer camino para blanquear la política represiva fue aceptar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dependiente de la OEA (Organización de los Estados Americanos), en la idea de mostrar al mundo y al país que la represión había sido producto de una guerra necesaria pero acotada.
La Junta Militar, se vio finalmente sacudida en septiembre de 1979, por la llegada al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre el 6 y 20 de ese mes, dispuesta a escuchar miles de denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
La Comisión se entrevistó con funcionarios del gobierno, autoridades eclesiásticas, organismos de derechos humanos, visitó cárceles y recibió 5580 denuncias.
Esta Comisión elaboró un informe que pese a su importancia pasó casi inadvertido ya que tuvo poca difusión, porque la visita coincidió con un nuevo triunfo argentino en fútbol, esta vez el Mundial Juvenil en Japón, con la selección en la que deslumbraba un casi adolescente Diego Armando Maradona.
Algunos comunicadores ligados al régimen, con José María Muñoz a la cabeza, convocaron a quienes salieron a la calle a festejar el título a reunirse frente a la sede de la OEA, donde atendía la CIDH, y demostrar que en la Argentina, los desaparecidos, los torturadores y los centros de detención clandestina eran parte de una propaganda antiargentina y que en definitiva los argentinos éramos “derechos y humanos”, como decían las 250.000 calcomanías autoadhesivas que mandó confeccionar el ministro del Interior Albano Harguindeguy.
La Junta Militar intentó con esto perpetuar y profundizar la ilusoria sensación de legalidad y normalidad y a su vez estigmatizar o neutralizar los primeros reclamos y denuncias sobre los excesos por ella cometidos.
A pesar de los intentos por neutralizar o revertir las denuncias, la Comisión elaboró un extenso informe, en el cual explicita que durante 1975 -1979 se cometieron numerosas y graves violaciones de derechos fundamentales como el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad e integridad personal, el derecho a la justicia y proceso regular, ejercicio pleno de la libertad de expresión e información. Indica que además se suspendieron los derechos políticos y se vieron afectados gravemente los derechos laborales.
En virtud de sus conclusiones la Comisión recomendó enjuiciar y sancionar con todo el peso de la ley a las autoridades públicas responsables de muertes e informar circunstancialmente sobre la situación de los detenidos desaparecidos.
Los gobiernos de EE.UU, bajo la administración de James Carter y los europeos presionaban a la dictadura argentina para que pusiese fin al terrorismo de estado
El informe de la CIDH no tuvo el resultado esperado por la Junta Militar, sino que por el contrario legitimó en el plano nacional e internacional los reclamos de los organismos de Derechos Humanos, puede decirse que la visita de la Comisión marcó el comienzo del fin de la impunidad.

Prof. Isabel Rodríguez
Periodismo, papel y
libertad de expresión

Hace ya un tiempo el conflicto entre el Estado y los medios privados que monopolizan la actividad comunicativa masiva está subido a un ring.
El centro de la disputa se expresa en el presente de tres maneras conexas: cómo, por décadas, una sola empresa monopoliza la venta de papel de diario nacional a precios no equivalentes para todos los medios existentes en favor de sus propietarios asociados con el Estado desde 1977, en plena dictadura cívico-militar; el probable origen espurio de tal emprendimiento a dilucidar hoy por parte de la Justicia ante la denuncia del Ejecutivo, y/o, si esto último es sólo un mero “relato” construido por el gobierno por afán político proselitista como califica la oposición.
Sin negar las probables ramificaciones del conflicto, lo cierto es que lo que realmente está en juego con fuerza es la verdad histórica de los hechos, pasados y presentes, sin vueltas y sin subterfugios. Verdad que para muchos, es el único modo de seguir avanzando en el presente en democracia sobre bases cada vez más sólidas.
Cualquier estudiante de periodismo sabe que no existe el periodismo “independiente”, salvo el rojo de Avellaneda, como dicen algunos en tono de sorna refiriéndose al equipo de fútbol de zona sur.
Toda empresa, emprendimiento, estructura, pool comunicativo responde a determinados intereses concretos: nadie escribe porque sí y nada existe en el aire. En lo específicamente técnico, la “objetividad” proclamada por algunos desaparece ya al elegir un tema en desmedro de otro para publicar en función de un mercado oyente, televidente, lector. Este tamiz inevitable pasa por la misma subjetividad del que comunica y más cuando refleja una línea editorial. De todos modos, esto no desdeña a priori la veracidad de lo escrito, relatado, narrado, ni per se implica dudar de las fuentes ni de la rigurosidad investigativa de lo producido. Aunque si algo adrede es solapado, puede que se cuele por la ventana.
Por eso, resulta engañoso lo del autollamado periodismo “independiente” porque con ese calificativo oculta, niega, la conexión evidente con intereses concretos, históricos, económicos, políticos, ubicándose como emisor desde un supuesto lugar de ser “LA verdad”, más allá del bien y del mal. Lugar falaz si lo hay, reservado en todo caso para las religiones.
Esta autolegitimación discursiva es sostenida también por razones económicas medibles. El nivel de penetración en el mercado (el consorcio Clarín-Canal 13 reconoce unos 270 medios propios, directa o indirectamente, por ejemplo) redunda en terminar siendo la única versión valorativa, hegemónica, formadora de opinión pública. Impone una cultura del “el sentido común” de cómo ver las cosas y el mundo.
No exhibir el correlato de los intereses representados, o hacerlo solapadamente, yendo a lo puntual informativo, restringe al producto mismo. ¿De qué manera? No sólo por lo que no se publica porque afecta al interés particular del medio, si no también por lo se está diciendo, como bien lo explica Ignacio Ramonet en su libro “La tiranía de la comunicación”, donde analiza cómo se censura, aún en democracia.
Describir el cómo de su accionar no implica necesariamente que esos medios deban dejar de existir, pero sí sería plausible que, a falta de normas mínimas de ética periodística y la sanción que puede ejercer el público evitando esos mensajes, otros medios repliquen sus unívocos relatos construidos y legitimados como verdad inapelable.
Para ello, resulta lícito que el Estado, como expresión de los diversos intereses sociales, pueda y deba propiciar el libre juego de versiones diferentes para que la ciudadanía forme su propia opinión. En lo instrumental, equilibrar el precio del insumo básico como el papel de diario, así como repartir y ampliar licencias de señales audiovisuales de forma equitativa, como propicia la nueva Ley de Medios Audiovisuales recientemente reglamentada.
Porque si hay una sola versión preeminente de los hechos, ¿dónde queda la posibilidad de contrastar ésta para generar lectores críticos, condición básica de un sistema democrático participativo?
Abrir los espacios de expresión para generar una polifonía de voces sociales diversas, aún de los no profesionales e instituciones diversas, es un paso necesario de la ampliación democrática.
Hoy es evidente que se viene dando un uso torpe y hasta burdo de la manipulación mediática, con posturas polarizadas, al menos comunicacionalmente, que quizás expresen los intereses en pugna. ¿Cuáles?
El programa de televisión “6-7-8”, en canal 7, denostado por algunos como mera propaganda oficialista, intenta, en formato periodístico, mostrar las falacias del discurso unívoco, comunicativo y político, de los medios de las megaempresas comunicativas y de los personajes que expresan sus puntos de vista. Sin embargo esta denostación hacia “6-7-8” como pura propaganda berreta oficialista, aunque reconocida y obligada cita para el que quiera por lo menos tener otra versión de lo naturalizado en los medios tradicionales, sólo remite hacia lo adjetivable. Sobre los hechos y modos concretos de manipulación periodística denunciados en “6-7-8” no se dice nada o casi nada. ¿Por qué?
¿Es que acaso los hoy megamedios privados nunca hacen o hicieron propaganda con su formato periodístico, inclusive a favor de algún gobierno? Y en todo caso, si nunca hicieron ni hacen propaganda y sí sólo hacen periodismo, ¿qué tipo de periodismo hicieron en los años de plomo asociándose a aquel Estado dictatorial ocultando o tergiversando información sobre el terrorismo estatal fuera de toda legalidad constitucional (en cualquier hemeroteca están las pruebas) al par de hacer buenos negocios en detrimento de sus competidores?
Quizás “A dos voces” en TN, sea una contrapartida evidente a “6-7-8” en otro formato: dos voces polemizan sobre algún tema político en presencia de dos comunicadores. Sin embargo, si la opinión de algún invitado “toca” intereses del monopolio mediático (propietario del medio que exhibe el programa), o quizás apoya algo de la obra del actual gobierno, tiende a ser disvalorado y hasta “eliminado” de todos los medios del pool. Ya viene ocurriendo con varios artistas que se expresaron en este sentido en otros programas, como Florencia Peña, y según trascendidos, hasta el mismo Marcelo Tinelli, que fue advertido por su sincero o conveniente apoyo a la gestión gubernamental. Sin embargo, aún con tal limitación, ese formato resulta lícito. Al fin, también la aceptación popular y el rating definen veredictos de credibilidad en democracia.
Por otro lado, resulta observable la lamentable situación para periodistas que trabajan en medios hegemónicos que parecen obligados a repetir o elaborar un “microrrelato” afín al medio (luego asumido como propio), con verdades improbables. Desde farandulizar crímenes de lesa humanidad, pronosticar hechos que luego no ocurren y hasta afirmar que hoy en la Argentina existe un clima de persecusión exasperante contra los periodistas y los medios ¿Dónde están las pruebas de ello más que los dichos? El tema en su punto crucial sigue siendo la verdad.
“Nuestra tarea (como periodistas) es decir la verdad y no ocultar información, dice Pablo Llonto, autor del libro “La Noble Ernestina”, porque si no lo hacemos, a sabiendas, estamos haciendo mal nuestro trabajo. Sería como un médico que no cura, algo injustificable. Y si el lugar donde trabaja no le permitiera hacer bien su trabajo y perjudicara a sus pacientes, su deber ético debería ser renunciar”.
Verdad, justicia, libertad, igualdad, sostenes básicos del sistema político que muchos dicen adherir pero que a duras penas toleran. Quizá porque el mismo sistema, con todo lo que le falta, está andando. R.S.
La conjura de
los libreros

CAPITULO SEIS

Resumen anterior: Las multinacionales del libro contra las librerías locales utilizan todos los medios para copar el mercado, el viejo José y sus amigos organizan la resistencia.

Pablo conoció a Silvina en el barrio de Villa Crespo, en la casa de los turcos ( que no eran turcos, sino árabes) sobre la calle Darwin, entre Muñecas y Martínez Rosas.
En el número 145 de esa calle vivían los seis hermanos Fernández, de padre ex boxeador y luego predicador evangélico; el último cuarto de la casa se lo alquilaban a un bombero que luego se hizo policía.
En el 127 se encontraba el conventillo más famoso de la cuadra. Después estaba la casa del lechero, la verdulería de Juan, salteando el 145, la casa de los hermanos Rubén y Roberto Moreno, que salieron de Chacarita Juniors y pasaron por Boca y por Estudiantes de La Plata. La casa de los turcos (que eran árabes, no turcos); la casa de Leonardo donde se daban serenatas, la casa de los gitanos, la tintorería de Mauricio y justo en la esquina, la vivienda y el kiosco de la Tana.
Precisamente en el umbral de la casa de los turcos, Pablo y Silvina se conocieron, mejor dicho se vieron allí por vez primera.
Fue la siniestra tarde que el tira Meneses, rodeó en los bosques de Palermo al joven delincuente Amadito, el más amado por todos los turcos y lo mató de varios disparos con su pistola 45.
Silvina iniciaba sus primeros pasos en sociología, para un trabajo que se había tomado en la facultad. Pablo quería escribir una nota periodística, para un semanario en calidad de ad honoren, sobre el tema de la violencia de arriba y de debajo en la sociedad.
Amadito se crió en la casa de los turcos, hijo de padres árabes como uno más de los pibes de ese barrio de Villa Crespo. La ambición, las ansias de tener, de figurar y algunos reveses lo depositaron en el camino de la delincuencia.
Mientras tanto, Pablo y Silvina trabajaban cada uno en lo suyo y perfilaban juntos la amistad con el viejo José, el librero más conocido de Buenos Aires y alrededores.

Continuará
( Derechos Reservados ) rrd
*Escritor
Alerta
Torta de Chocolate
Requete Rica


Era una cocina democrática. Todos los utencillos formaban parte del staff y defendían sus roles. Si ella llegaba con humores de reformas, que hicieran peligrar sus puestos de trabajo, la asamblea se ponía en marcha. Así ocurrió esa mañana. Entró sonriendo, tarareando una canción y con la bolsa del mercado bien cargadita. Cuando puso sobre la mesada la caja de “Bizcochuelo de chocolate” la batidora dio el alerta:
–¡ Intrusos, llegaron intrusos !
El bol de vidrio aclaró: –Esa extraña en mi cuenco no entra.
El horno preguntó: –Entonces ¿me quedo sin trabajo ?
La vieja sartén, como era habitual, llamó a la calma.–Vamos a trabajar sobre certezas, tengamos paciencia. Ella encendió la radio, corrió las cortinas para que el sol los acariciase, encendió el horno y una hornalla para calentar el agua del mate. Amorosamente repasó el bol, lo apoyó en la mesada, y volcó el contenido del envase.
–Es una prueba, no tengo tiempo para más –dijo.
La sartén miró a sus compañeros y compañeras; era una emergencia, iban a colaborar. Vieron cómo añadió unas cucharadas de capuchino a los ingredientes indicados en el envase, y un poco de miel. Colocó la mezcla en un molde previamente mantecado y lo llevó al horno. El bol sobrecargado de tarea, accedió a su higiene para volver al trabajo. Una buena carga de dulce de leche y otra de crema bien batida, ocuparon su lugar. Con movimientos suaves y envolventes, consiguió una mezcla homogénea. Cuando el bizcochuelo logró su cocción, lo desmoldó sobre una rejilla, y lo dejó enfriar para luego cortarlo en tres capas. Humedeció la primera y segunda con almíbar, las cubrió con una parte de la crema y las salpicó con trocitos de Bon o Bon. La última solo recibió un lampazo de crema y una lluvia de coco amargo.

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Receta
Torta de Chocolate
Requete Rica

Ingredientes: 1 caja bizcochuelo de chocolate / 3 cdas. polvo de capuchino
2 cdas. miel / Si hay Bon o Bon los que se puedan (son optativos) / Almíbar 3 cdas. azúcar / ¼ taza. Agua
Preparación: Perfumar con vainilla o un licorcito. Poner a hervir unos minutos sólo para que se diluya el azúcar.

*Maestra cocinera
y cuentista
01/08/2010