Caminando
En este mes se pone en juego, casi como repetida de las primarias de agosto, si una construcción que viene creciendo desde 2003 sigue o concluye.
En tren de continuidades, apologías y rechazos, en medio de un clima inhóspito internacional, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, renueva su mandato por cuatro años más, hasta 2015, donde, haciendo futurología (porque nadie sabe a ciencia exacta qué sucederá mañana), concluirá su mandato. Salvo, como especulan a destiempo hoy algunos opositores, haya una reforma constitucional que permita la re-reelección, aquella fórmula que el ex presidente riojano del uno a uno no pudo concretar porque la economía le estalló sin menguas y lo mandó al olvido de la historia.
Dama poco dócil y no tan digna, la política, como actividad esencialmente humana, en estos ocho años, sin embargo, ha recuperado, como nunca un protagonismo, ahora quizás menos ríspido, donde se inserta directa o indirectamente, hasta en la charla cotidiana. El ciudadano, una buena mayoría a favor del rumbo y alguna parte en opuesto, pero no tanto, dialoga hasta con alguna pasión por aquello que en 1810 fue lo de “el pueblo quiere saber de qué se trata”, y protagoniza sus deseos, anhelos y miedos, en casi tres décadas de democracia. A pesar del presente recuerdo del terrorismo de Estado, así como la campaña constante por la “inseguridad” (que existe pero lejos de su correlato (in)comunicacional) y estructuras cerradas de acceso a la transparencia, sin embargo, sigue impulsando un espíritu participativo que abre compuertas sobre pasos seguros.
Así y todo, no es detalle menor observar que quiénes denostan este modelo, este proceso político y estos modos de hacer la política (cadenas de mails con mentiras y denigraciones sobre la misma y los representantes), siendo amplios beneficiarios, económica e institucionalmente de algunos cambios claves. Desde una política distributiva de ingresos, de subsidios a los más necesitados hasta un lugar emérito mundial de Argentina como defensora de los derechos humanos y recuperativa en el campo científico y tecnológico.
¿Por qué si alguien es beneficiado odia y hace coro con falsedades acerca de quien lo beneficia? La explicación es tan simple como compleja. Día a día el monopolio comunicativo del consorcio Clarín y sus satélites (léase La Nación, Perfil, radios y canales “en cadena”) vuelcan todo lo negativo posible contra lo que precisamente está bien, tergiversando, mintiendo abiertamente o por medias verdades. El origen probablemente espurio de Papel Prensa, denunciados por el Ejecutivo, y en proceso judicial, recibe su merecido cada día y cada momento. De 700 tapas del “Gran diario argentino” más de 600 han sido sobre hechos negativos o una mirada negativa de los hechos.
¿Qué sucede con los receptores? Los que ven que los vaticinios apocalípticos no se cumplen, descreen y no compran más esas hojas. ¿Y los que les creen? Manipulación eficaz, o convencimiento histórico contra este modelo, o ignorancia por otra versión de los hechos y es el “sentido común” (hoy vuelto tapas apocalípticas) instalado por décadas.
Algunos creen que hoy el monopolio (comunicativo) está débil. A pesar de su mengua, sobre todo por torpeza propia, el monopolio pelea por mantener su hegemonía y los nuevos medios siguen siendo pocos y poco potentes. Son los hechos, los resultados, más que las palabras en ríos de tinta, en papel o internet, los que prueban la inconsistencia de las diatribas y la consistencia, aún en sus bemoles, de una propuesta..
Este 23 de octubre, el pueblo, sobre esto y tanto más, da su libre opinión. Otra vez, como hace 28 años. R.S.
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