Rumbo a Oktubre
Al cierre de esta edición se contaban los votos de las primarias obligatorias que definen quiénes podrán presentarse en la competencia electoral nacional de octubre. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se impuso con el amplio margen de más del 50% de los votos, aún con el apoyo de muchos que antes lo habían hecho por otra opción y hasta de quienes, se suponía, iban a hacer punta en oposición, como la “patria sojera”. ¿Por qué?
Además de lo estrictamente electoral, jugaron en estas internas los millones que apoyan el proceso abierto en 2003, es decir, por mérito propio, y/o también por el demérito de una oposición diversificada que excede los partidos tradicionales, con rol clave del hoy llamado el “Partido Mediático” del consorcio Clarín. La deshilachada oposición retrocede ante una avalancha en favor del oficialismo que parece tomar impulso para octubre sin que lo mellen estos 8 años, sabiendo que el desgaste de gobernar nunca es poco.
Desde lo práctico, análisis menos apasionados señalan un reconocimiento de vastos sectores ciudadanos por los datos favorables de la economía nacional, el absoluto respeto por las libertades públicas, de opinión e información, el crecimiento del empleo y la seguridad social así como la no represión del conflicto social, aún con las limitaciones del que ningún gobierno está exento.
Asimismo, y a pesar del intento de descrédito desde la prensa hegemónica una buena parte de la sociedad le dio la espalda a estas insistencias. Este Poder Ejecutivo como nunca antes (quizás el final del mandato del Dr. Raúl Alfonsín) viene recibiendo tantas injurias, infundios, amenazas, operaciones y falsedades en el intento de limar el poder nacional.
La polarización sobre estas consideraciones inevitablemente se expresan a nivel social y hasta familiar. ¿Por qué? Porque como pocas veces también, la política, la opinión, preocupación y acción de la ciudadanía por los asuntos del Estado y el gobierno, se incorporan a la cotidianiedad.
Al revés de los que quieren sólo “consenso” y ”alegría” sin debate, al fin superficialidad y frivolidad, el ciudadano debate y discute, por política o lo que sea, y este movimiento cotidiano da cuenta de un crecimiento de la sinceridad en la madurez social.
Claramente, esta sociedad es otra que la de décadas atrás, aún en sus diferentes raptos de estado de ánimo y complejidad. Ni mejor ni peor, sometida a mil y un experimentos, desde los más perversos a los más bienintencionados, la sociedad argentina va haciendo experiencia histórica, y, así como trasmite la misma a las nuevas generaciones, otra vez, como desde hace 27 años, decide y pone a prueba a los que gobiernan sin tolerar fácilmente la manipulación o los vaticinios delirantes.
La ciudadanía quieren saber de qué se trata como en 1810 y, sobre todo, la verdad. Por lo tanto, afirma un modelo, lo defiende, así como no se casa para siempre con nadie. Evalúa, y, en cada caso, según quién y cómo defienda sus intereses, decide su voto. ¿Será por eso que este proceso abierto en 2003, no sin claroscuros, sigue en avance?
Razones económicas y prácticas sostienen esta posibilidad y también el restablecimiento de la esperanza por un presente y futuro mejores. Un alivio por lo conseguido y el no querer perder nada de ello, así como la inquietud por lo que falta y cierta desconfianza ante lo que se presenta como “nuevo” con olor a naftalina.
Imágenes como las de los estudiantes chilenos apaleados por sus reclamos, los ciudadanos griegos movilizados por la crisis, las de los indignados españoles ocupando plazas, de los olvidados ingleses incendiando automóviles o los desarrapados norteamericanos viviendo en carpas, dan cuenta de que no estamos en el paraíso, pero que este presente aquí, en la Argentina, da como para que unos cuántos ya dejen de contarnos cuentos chinos que no se los cree nadie, sin por ello negar acechanzas probables. R.S.
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